(02/52) Spoiler alert: Pequeña mamá

Abril Castillo
3 min readJan 24, 2023

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(Petite maman, 2021)

“Mi casa está atrás de ti”, le dice Nelly a la niña que acaba de encontrar en el bosque, frente a una casa hecha con ramas que entre ambas terminan al darle los últimos toques.

El pasado está frente a nosotros, el futuro es lo que queda detrás: lo que aún no conocemos y por lo tanto no podemos ver. La casa de Nelly es el futuro de Marión.

Así se conocen estas niñas y empieza el relato. Un cuento trazado perfectamente desde ese espacio mágico que conecta dos mundos, o más bien dos tiempos en un mismo espacio.

La película empieza con Nelly haciendo un crucigrama con una vieja. Parece su abuela pero en cuanto encuentran la palabra, Nelly se despide y pasa a otro cuarto exactamente igual y también dice: “Adiós”. Va cuarto por cuarto despidiéndose hasta que llega a uno donde no vive ningún viejo; vemos en cambio a una mujer joven descolgando un cuadro. Nelly entra y toma un bastón y le dice a su madre: “¿Me lo puedo quedar?”, y ésta asiente.

Se llevan lo último y parten en coches separados: el padre de Nelly maneja la camioneta de mudanza, y Nelly y su madre se van en auto. Nelly se sienta en el asiento de atrás (el futuro a las espaldas otra vez). La toma es de perfil cuando vemos a la madre manejar, con la vista puesta sobre la carretera (el pasado en sus ojos: acaban de dejar atrás la muerte de su propia madre, seguro lo que ve en el camino es toda esa vida que se fue, reviviéndola en la imaginación; y hacia allá conduce).

Nelly sugiere comer el lunch, la madre acepta. Nelly abre unos cheetos y un juguito, come un poco y bebe. Luego vemos a cuadro a su madre de perfil, de atrás aparece una mano que la alimenta en la boca: uno, dos, tres cheetos. La madre abre y recibe, come. La mano tarda en volver a aparecer: trae el jugo y la madre se sonríe mientras bebe del popote. Ahora aparecen las dos manos, los dos brazos al mismo tiempo que la abrazan del cuello, y la madre se ríe o llora, no puede cerrar los ojos, el coche sigue en movimiento.

El pasado se ve: usa los ojos para verlo, está frente a ella en el camino.

El pasado se siente: es una presencia táctil que la apapacha en un duelo que –Nelly sabe– es mayor para ella, su pequeña mamá.

Luego llegarán a esa casa donde la madre no resistirá quedarse. Nelly y su padre están encargados de vaciar la casa de la abuela.

“Enséñame la cabaña que construiste en el bosque”, le pide Nelly a su madre y ella le dice que mañana. Pero al día siguiente su madre no está. Nelly encuentra por casualidad la cabaña al perder una pelota, y así conoce a Marión, con quien pasa unos días y a quien en confianza por fin confiesa: “Soy tu hija”.

Nelly deseaba haberse despedido de su abuela sabiendo que era la última vez. “¿Cómo lo habrías hecho?”, le pregunta su madre. Y Nellie le dice “adiós” y la abraza muy fuerte, más fuerte que ninguna otra vez. Quizá ahí empieza el juego de identidades que durará todo un fin de semana.

En la casa de Marión, Nelly puede volver a ver a su abuela. Hacer un crucigrama con ella. Comer sus crepas al lado de su pequeña mamá.

A Marión le preocupa no sobrevivir a la operación de espalda que están a punto de hacerle. “Si no me operan, tendré el mismo problema que mi mamá”, le cuenta a Nelly, quien le asegura que todo con la operación saldrá bien.

A Nelly le preocupa ser un estorbo para su madre. “¿Querías tenerme?”, le pregunta por último, antes de despedirse, a lo que Marión le responde: “Yo creo que sí; aún no existes, pero ya te pienso”.

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Abril Castillo

miope e hipermétrope al mismo tiempo pero en ojos distintos