(03/52) Paseos en el súper

Abril Castillo
3 min readJan 17, 2021

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Santiago entra al Sumesa y yo lo espero afuera. Se que en sentido estricto no tendríamos que venir los dos pero rara vez salgo hasta a dar la vuelta. Mis mejores salidas son a tirar la basura y al doctor. Caminamos juntos y vamos platicando de nuestro día. Aunque pasemos casi todo el tiempo juntos siempre hay de que hablar. Me cuenta de las palabras en italiano que aprendió hoy en duolingo: me dice los días de la semana en italiano y luego en francés. Recuerdo que tengo que confirmarle a Sandra, del trabajo, los días de las clases de inglés. La rata me cuenta que ya volvió a latín; mi pequeña Lenu, le digo. Y que quizá su mamá quiera estudiar también. Idalia me cuenta lo buena y chistosa que es su maestra. Yo recuerdo mis clases de latín y lo bueno y brutal que era mi maestro; un par de veces me hizo llorar. Pero aún recuerdo ese poema que nos enseñó en primer semestre, como bien pronostico que pasaría: Amabo mea, Dulcis Ipsitila. Meae deliciae, mei lepores.

El latín es como la matemática de nuestro idioma, me dice idalia. Y recuerdo lo mucho que disfruté también la clase de filología, quizá mi favorita de toda la carrera. Con una maestra que me hizo llorar una vez que cometí un error y me humillo frente a todo el grupo. No fui la única. Por eso casi nadie la quería en la facultad. Pero igual a lo largo de un año aprendí mucho y recuerdo todo con agradecimiento y cariño. Saque diez al final casi como un reto a vencer la humillación de ese día. Triunfaste como los gringas, me dijo riendo una vez Benji, cuando le conté esta historia. Él por supuesto mando al diablo a la maestra a la primera humillación.

El latín es la matemática de nuestra lengua. Eso pensaba yo de la lingüística y me convencí de que era así cuando decidí estudiar letras hispánicas en vez de matemáticas al pasar de quinto a sexto de prepa, cuando teníamos que elegir área me fui a área 4.

En eso sale y le pido cien pesos para comprar verdura de una señora que vende jitomates de todos tamaños. En el súper todos los jitomates están hechos como con molde, pero en una bolsa a $15 la señora vende jitomates que son como copos de nieve, cada uno con su personalidad. Compramos guayabas para un atole, y verduras para sopa. Me alcanza con los cien exactos.

De camino a la casa hablamos un poco de mi papá y de la idea de miedo y de este aislamiento eterno. Eterno no es lo mismo que infinito. Lo eterno se extiende en el tiempo y el infinito en el espacio; aún así siempre uso infinito para referirme al tiempo. Hoy que el tiempo y el espacio son lo mismo, un solo lugar.

Este fin de semana montamos un pequeño cine en casa con el proyector que tenía guardado en el ropero desde que cerró el Cuarto para las 3. Usémoslo para hacer un cine en la sala, le propuse y me encargué de hacer boletos y un logo de Cinema Aparicio y carteles para la puerta y también un menú especial: guacamole con chicharrón, fanta, mango (el primero del año) con limón y búfalo (que me gusta más que la Valentina), palomitas y vino tinto. Vimos una que se llama Vivarium súper pasoneante, como un cuento muy bien tejido. Y luego la de Ms. Doubtfire, porque contratamos el Disney para ver la de baby Yoda.

Hoy que vamos a ver El joven manos de tijera y a comer un filete con verduras a la parrilla, hechas en una parrilla que me gane por los puntos de mi tarjeta, que no había usado nunca, en más de diez años.

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Abril Castillo

miope e hipermétrope al mismo tiempo pero en ojos distintos