(05/52) El sillón verde

Abril Castillo
2 min readJan 31, 2021

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Tengo más muebles de los que necesito, sin duda es así. Mi casa se fue convirtiendo en una bodega de objetos del pasado y de un pospretérito que se quedó para siempre en ese limbo de imposibilidad.

En la clase de autorretrato este semestre teníamos que hacer una serie de objetos personales. Yo titulé la mía: Las cosas que heredé. Incluí la pluma del abuelo, el diván de mi mamá, el escritorio de mi tita, la máquina de escribir de mi tito. ¿Pero cuáles son tus cosas, tus amuletos?, me dijo el maestro. Y de inmediato pensé en todo lo mío que no había fotografiado ni considerado la pena mencionar.

Tengo un sillón verde que compré hace un año junto con el primer sofá de mi vida. El sillón es individual pero lo usan juntos Parvana y Aparicio todos los días. Está puesto al lado de mi librero de álbumes ilustrados y queda a mis espaldas durante todas las jornadas laborales. Sale en las llamadas que hago por zoom o meets o skype. Ahí casi siempre salen mis gatitos dormidos. No sé si ese sillón realmente es mío o de ellos. Esta mañana me levanté tarde y me encontré con Santiago sentado ahí, los pies puestos sobre la pelota también verde de pilates, como si fuera un taburete, viendo resúmenes deportivos en su iPad.

¿Cuáles son mis cosas? Las que más uso. Los amuletos terminan por convertirse en piezas obsoletas de museo. El cojín con el que me dormía de bebé. El collar que me trajo de Kenia mi tita. La taza que me regaló mi abuela cuando dejó Cuernavaca. El baúl que mi mamá le regalo a mi papá cuando cumplió cuarenta pero que él abandonó en la casa cuando se divorciaron a sus cuarenta y uno, ahora guardo ahí todo mi archivo muerto.

Mis objetos, los verdaderamente míos hoy en día, quizá serían: este celular que guarda todas las posibilidades del mundo, mi estufa con la que cocino diario, y todas las plumas y libretas regadas por la casa, los libros que estoy leyendo. Los que terminé supongo que ya no, aunque cada tanto vuelva a ellos. Mi toalla que alguna vez usé en una playa. Mi crema dove, mi cepillo de dientes, la guarda que impide que apriete la quijada de noche. Mi laptop, mi jarra para agua. Mi sillón verde, que alberga de día a mis gatos, y a Aparicio de noche.

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