(06/52) Spoiler Alert: The Big Door Prize

Abril Castillo
4 min readApr 6, 2023

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Yo no quería que nada cambiara, no estaba exactamente en mis planes. Quizá eso es lo que más descontrola de un cambio, cuando es inesperado o cuando algo que querías te deja ir. No he logrado concentrarme bien y ver películas me libera de esa presión de trabajar, dejo a mi cerebro divagar y se da una especie de meditación narrativa.

El otro día no podía escribir y me puse a ver One Mississippi otra vez. A la rata le dio risa que cuando creyó que yo estaba escribiendo le dijera que no, que estaba viendo tele: Quizá mañana logre escribir. Estaba esperando que algo me llegara, una primera frase, para poder articular esas ideas volando como billetes en la cabina de TVO en los noventas.

Una maestra decía que en su casa, la trabajadora del hogar le pasaba el teléfono cuando estaba en su estudio leyendo, y que alcanzaba a escuchar: “No, no está ocupada, no está haciendo nada”.

Cuando la mente está ocupada, o cuando está vacía, nuestro cuerpo pasivo hace parecer que estamos en descanso.

No he descansado hace meses. Lo poco que me ayuda a encontrar un hilo es la música o subirme a una caminadora. O salir al súper, caminar y cocinar. Así fue que terminé viendo Volver al futuro II hace unos días, porque en la primera escena, la música de inicio me atrapó y no me soltó hasta el final.

En The Big Door Prize un día aparece en un pueblo una máquina de monedas que te dice tu verdadero potencial. Todos los habitantes se vuelven adictos, si bien es un juego de una sola vez. Un oráculo que por un par de monedas te da una carta que revela en una palabra qué podrías ser para ser la mejor versión de ti: héroe, padre, silbador, maestro, mago.

Entre un duelo brutal de su hija única y su cumpleaños número 40, Dusty recibe la noticia de la llegada de esa máquina y se resiste a usarla. El pueblo está enloquecido cambiando su vida, un habitante a la vez, mientras que algunos prefieren no saber si deberían irse por otro camino o elegir, usar su libre albedrío, y permanecer en la vida que llevan.

Apenas voy a la mitad y no sé bien qué pasará, pero intuyo una vuelta de tuerca que puede simplificarlo todo.

La semana pasada cociné arepas con varios amigos del trabajo. Ante la incertidumbre de todos sobre el día que nos correrán, y si sí nos correrán a todos, cada quien hablaba de su metáfora ante la situación. Un compañero dijo que era como estarse acostando con un ex que es un desgraciado, y que da pena decir que no es que volviste volviste, sino que están ahí cotorreando. Yo usé una metáfora que la rat me ayudó a configurar, según ella me contó, Dostoyevsky estaba a punto de ser fusilado y cuando llegó el día le dijeron que no, que siempre no lo matarían, y en cambio lo mandaron a vivir a Siberia por el resto de sus días. Frente a sus verdugos él lloró: Ya estaba listo para morir hoy, mátenme.

¿Qué pasaría si después de esta larga espera, que viene ocurriendo desde enero, al final no me corren a mediados de mes?

Si viviera en el pueblo de Dusty y tuviera esas dos monedas, ¿qué me diría la máquina? En un sueño hace poco, la tarjeta me dijo: maestra. Y extrañé dar clases y empecé a pensar todas las posibilidades para dedicarme a eso ahora.

Luego de comernos las arepas, jugamos el juego de la Aldea, donde algunos son aldeanos y dos personas son lobos. Uno es Dios y decide quién es quién en el juego. Los lobos abrirán los ojos y se reconocerán. Los aldeanos intentarán encontrar a los lobos. Los lobos mentirán y los aldeanos no sabrán si realmente otro aldeano dice la verdad o si miente y es lobo. Los lobos irán matando aldeanos al llegar la noche. Alguna de las dos fuerzas vencerá.

Mi hipótesis es que quizá The Big Door Prize es un juego de rol, y no un oráculo. Pero es un juego que todos los habitantes, o aldeanos, están tomando literal, al pie de la letra.

Tampoco es que yo sea Dostoyevsky y que nadie vaya a matarme. Moriré solo en ese mundo domestiko que he habitado por cuatro años. Volveré a ser freelance y la vida cambiará a su manera, de maneras que aún no sé. Si me vuelvo maestra o si siempre lo fui. Si cocino para vivir de ahora en adelante, como desde hace unos meses, y no en el sentido del dinero. Si vuelvo a escribir y me convierto en alguien valiente en vez de un cuerpo tendido en su cama, mirando las historias de otros pasar y tejiendo así el tiempo detenido hacia el calor de un futuro en Siberia o para siempre atrapada en mis historias como El Milagro Secreto de Borges. Si Dios me diera esos segundos más, ¿para qué los usaría?

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Abril Castillo

miope e hipermétrope al mismo tiempo pero en ojos distintos