(07/52) Honrarás a tu padre

Abril Castillo

--

Hoy mientras daba vuelta en el eje 6 en la bici, salió una camioneta de una agencia de autos y recordé el día en que aprendí a manejar.

Nada como sacar un coche nuevo de agencia, le dije al ticher, y me reí. Porque no es algo que haya hecho nunca ni seguido. Solo una vez. Era un coche blanco marca fit. Era 2007. El año que entré a La Esmeralda, el año que me gradué de Letras. Cuando terminé la prepa mi papá me había regalado una cámara réflex que mi mejor amigo de entonces dejó en una ola. Mi premio esta vez fue un coche porque terminé la carrera tercera de mi generación y ya trabajaba y mi papá, me dijo, estaba orgulloso de mí.

Al principio me dijo que me ayudaría a pagar la carrera de artes y seis meses después me dijo que ya no podía. De chica le recriminé mucho a mi papá ese abandono. Hoy pienso que a veces los papás no pueden mas tal como yo misma hay días en que no encuentro la forma. Y eso que solo vivo para mí.

De niña decía que jamás quería tener hijos y mis papás me animaban a hacerlo. Una vez mi papá dijo que las personas sin hijos no conocían jamás como renunciar al egoísmo. A mí me daba pánico el dolor físico que sentiría de parir a un bebé y lo comparaba con hacerte una perforación. No puedes estar más equivocada, me decían mis papás.

Aprendí a manejar en un Sentra automático que había pertenecido a mi abuela paterna unos cinco años antes. Ella seguía viva pero había cambiado de coche y usamos ese auto para aprender a manejar mi hermano y yo. Lo madreamos mucho sin tantas consecuencias y lo usamos tanto que nos lo acabamos. Cuando estaba en camino mi regalo del fin de la carrera, mi papá me dijo que aprendiera a manejar estándar para que el coche fuera más barato. Y así lo hice.

Mi novio de aquel entonces manejaba un estándar y me enseñó a manejar. Íbamos al pedregal de San Francisco y practicábamos las subidas. Cuidar y sentir el clutch para que no se me apagara el coche. Practicamos en la calle, en horas solas en la noche y en horas pico. Ese año que viví con él, aunque nuestra relación no funcionó, aprendí a manejar.

Fuimos juntos a la agencia mi papá y yo, el día que nos entregaron el auto nuevo, un Honda fit blanco modelo 2008 (le ponían un año siguiente del año en que en realidad lo comprabas). Mi papá habrá pasado por mí, seguro llegamos juntos en su coche. Me dieron las llaves y me subí, aún insegura de las subidas y bajadas, de los altos y los sigas, del clutch y esa delicadeza de sentirlo para que el carro siguiera prendido como siempre sigue prendido un coche automático. Me dieron las llaves y mi papá y yo nos despedimos. Imagino que me acompaño a mi casa, haciendo caravana atrás de mí. O solo siguió a su propia casa y me dijo: llámame cuando llegues, confiando en que de una u otra manera podría llegar desde Coyoacán hasta la Narvarte.

Aún tengo ese coche.

--

--

Responses (1)