(07/52) Spoiler Alert: The Inheritance

Abril Castillo
5 min readApr 9, 2023

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Para cuando el papá de Betty Draper tiene un infarto cerebral, ella y Don están casi separados. En el episodio 10 de la temporada 2, Don está bastante mal parado ya, Betty desconfía de él por infidelidades descaradas y porque no sabe realmente quién es, ni si nombre. A su padre le está ocurriendo lo mismo, y en un descuido confunde a su propia hija con su esposa muerta y al abrazarla la manosea. Todos fingen que las cosas están bien. Quizá lo que más descontrola a Betty con esa acción de su padre es que acaba de tener relaciones con Don esa noche, donde termina embarazada de un bebé al que le acabarán poniendo Gene de nombre, como a su padre.

Los duelos elevan la libido. La vejez confunde generaciones y es normal anhelar la juventud. Pensarse uno mismo más joven.

Cuando éramos niños mi papá le decía a mi hermano que debía gustarle más de una niña. Uno de treinta y pocos, el otro de cinco. A mí no me decía nada parecido. Los gustos y amores de una niña son secretos o discretos.

Caminando por los Viveros, el jueves me confesó que prefiere a las de treinta pero que sobre todo prefiere estar solo. Tener sólo pequeños contactos. Cuando me abrazó tuve el reflejo de alejarme un poco o ponerme tiesa. Quise decirle: yo soy tu hija, pero no dije nada. Creo que lo sabía al contrario de Gene cuando abrazó a Betty y ella hizo como si no hubiera pasado nada.

Mi tío se murió intestado. Había escrito su voluntad solo en un documento de word firmado a mano. Mi otro tío también, pero él murió muy joven y mi abuelo tardó mucho en recuperar una casa que le había regalado, pero que jamás llegó a habitar. Mi mamá vive en una casa que era de mi abuela paterna, dejó dicho que ahí podía pasar el resto de sus días, aunque mi abuela ya no estuviera.

Ese jueves en la mañana hablamos de todo. Cuando algo pasó y mi papá me dijo que eso mejor no se lo dijera a mi mamá, le respondí como no pude hace veinte años, cuando me enteré de que mi papá tendría un tercer hijo pero me pidió no decirle a nadie, especialmente a mi mamá. Esta vez le dije que la angustia se calma hablando y que solo cada quien puede decidir a quien le dice que cosas. Le dije: Yo le voy a decir lo que quiera a quien yo quiera.

Hace mucho no me daba un ataque de pánico. Por primera vez me di cuenta que eso estaba pasando y lo transité con cierta calma. Recordando varias otras veces que me pasó lo mismo y luego se hizo de día y yo seguía aquí. Logré bañarme y después dormirme en silencio. Ahora que ya es de mañana solo me siento enojada. Pienso en todo lo que se debe decir y no decir. Pienso en la hermana de mi amiga que le pidió mejor hablar las cosas y en cuanta razón tiene. Me gustaría estar en una situación así donde pudiera hablar las cosas. Quizá para los que tenemos todos esos lazos rotos solo queda escribir. Decirle lo que quiera a quien yo quiera.

Hacía más de seis meses que no veía a mi papá y la pasé muy bien comiendo y platicando con él. Volviendo a los Viveros a donde me llevaba de niña a correr, y como yo fumaba mucho en esa época, no lograba correr ni dos kilómetros sin que me diera dolor de caballo y él se frustraba. Solo quería salvarme.

Le conté el año que tuve que cuidar a mi mamá. Le dije que había acabado agotada. Trate de hacer que no la juzgara por no hacer ejercicio y tener miedo de salir. No sé exactamente qué vivió de niña. Vino su prima de Xalapa y nos invitó a visitarla. Solo te subes en un camión aquí y ellos allá te recogen, le dije a mi mamá. Me dijo que no quería ir sola. Lo que uno se pierde no yendo sola a lugares, le conteste. Pero se que no iría sola, quizá vaya yo con ella en unas semanas a ver a Tere, la hermana de mi abuela que está cumpliendo 92 años.

Los días siguientes he seguido pensado mucho en cómo hay quien necesita que lo cuide y hay quien tiene que aprender a cuidarse. Mi papá me dijo que cuando mi mamá se muera esa casa será suya y quizá algún día mía. Yo nunca he tenido una casa mía, no desde que era niña y nos fuimos de Morelia. Qué se sentirá recibir una herencia.

Quería ver a mi papá porque una vez el ticher me dijo que, aunque le dolía la muerte de su padre, estaba en paz: en paz con la vida y en paz con él. Cuando se murió mi tío mi prima nos dijo a mi hermano y a mí: Aprovechen a su papá, no saben qué es saber que no lo volverán a ver.

Yo quiero estar también en paz con él. Quitarme este rencor del cuerpo. Ayer que lloraba no sé exactamente de qué lloraba pero me liberé mucho.

En este mismo episodio de Mad Men, Peter y Trudy discuten sobre adoptar a un hijo, luego de varios intentos fallidos de quedar embarazados. No estoy seguro de poder amar a alguien que no tiene mi sangre, le dice Peter. Y ella: Yo no tengo tu sangre y me amas a mí, somos familia.

Casi todo el desayuno mi papá hablo de mi abuelo, de archivos de fotos y videos viejos, de construcciones y puentes. Y me enseñó muchas fotos de su cuaderno de la universidad, cuando estudiaba arquitectura, y le dije que lo escaneara e hiciéramos un fanzine. Creo que entendió que quería publicarle una novela y me empezó a contar historias de mi abuelo que no me interesaron tanto como sus dibujos y anotaciones a mano. Me contó que está jugando a reconstruir todas las casas que alguna vez construyó porque de muchas perdió los planos. Es como reconstruir a ciegas, dibujar sin ver el papel, solo queda la memoria. Luego me mostró el proceso de construcción de una casa, la casa de mi prima; la sombra de unas escaleras aún sin barandal, una telaraña pintada en el muro, parecía. Nunca he ido a esa casa pero es de todo de lo que se habló por años en la familia antes de pandemia. Quedó hermosa.

Pensé que una escalera no es muy diferente a un puente. Más que casas, es lo que mi papá ha hecho, puentes. Y puede ser que esa es mi herencia también, una vocación de pasar de la nada a la nada, transitando una sombra, una telaraña invisible.

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Abril Castillo

miope e hipermétrope al mismo tiempo pero en ojos distintos