(08/52) Seguirse preguntando el porqué a los 80 años
Hay cosas que no entiendo.
Por ejemplo, por qué de las dos jacarandas que están en frente de mi banqueta solo a una le han salido flores. ¿Será que la segunda ya se secó? ¿Entonces por qué se ven iguales sus troncos?
¿Por qué si los días que más descanso es cuando más cosas sueño, y por ende cuando de mejor humor me despierto, ya no quiero escribir nada para olvidarlo todo? ¿Por qué si cuando despierto veo tantas claves, no quiero revisitarlas después?
Esta semana leí una cita de Isabel Allende (en un artículo sobre otra cosa) que una solo hace ciertas preguntas cuando está lista para recibir esas respuestas.
Si los sueños son respuestas y también preguntas, si son las preguntas centrales muchas veces del momento presente, ¿por qué quiero mirar a otro lugar?
¿Y por qué he soñado tanto con mi tita? Nunca sueño con los muertos. Tenía los labios pintados de rojo y sonreía a la cámara. Yo era la cámara y le decía: A ver, sonríe otra vez.
¿Y por qué no puedo olvidar a esas dos amigas que nos rompimos el corazón mutuamente? ¿Qué tengo que hacer para olvidarlas y como fantasmas dejar que se vayan en paz? Tanto daría porque sus recuerdos dejen de atormentarme. Sus recuerdos, su desdén, la no correspondencia. El nudo imposible de deshacer.
Y hoy leía dos tuits de Anna Ferrer. Uno decía:
Sé que es conocimiento general but just in case no dejéis los antidepresivos vosotros solos (no los tomé durante 2 días por pereza de ir a la farmacia y por pensar why not) y llevo todo el finde durmiendo y mareada y hablando raro y llorando pk echo de menos a la gente del cole.
Y luego:
Bueno y ja posats amb el drama si tenéis 17 años y cambiáis de cole para el bachillerato no dejéis de hablar con vuestra mejor amiga de un día al otro sin razón porque sí le ahorráis soñar con vosotros cada día y seguirse preguntando el por qué a los 80 años.
Y tiene razón. Ella como yo. Tenemos cosas en común. Y supongo que todos. Cosas que nunca entenderemos y que sin sentido nos mantienen despiertas en la noche.
Tampoco entiendo del todo, y está bien, por qué cuando me siento más ansiosa, viene Parvana y se me acuesta en la panza. Y cuando paso mi mano por su lomo, todo se calma un segundo.
Ni por qué los títulos, por más que quiera que sea de otro modo, en realidad solo se manifiestan al final de toda escritura. Nunca antes.
¿Sabría mi tita que era su último año de vida?