(09/52) Apertura de corazón

Abril Castillo
4 min readMar 7, 2021

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Empiezo a sospechar que este ya no sentir nada es más el hartazgo y el cerrar los ojos a una realidad que mejor no sentir que vivo. Me lleno el tiempo de trabajo todos los días y me despierto todas las madrugadas a leer un par de horas. Luego me vuelvo a dormir y despierto medio turulata siempre, nada que no resuelva un baño y un licuado y un café y un puñado de almendras. Nada que no resuelva comer proteína y verdura y evitar las harinas y el azúcar y los lácteos.

Estas madrugadas he estado leyendo a Emmanuel Carrère y su libro Yoga. Nunca lo había leído antes y este me atrapó cuando hacía zapping de libros en Bookmate a las tres y media de la mañana cualquier día de la semana. Tal vez me atrapó porque llevo una semana sin poder hacer yoga yo misma por una lesión en la cadera que me hizo ir al osteopata, quien me recordó que tengo la columna toda chueca o en forma de S y en algún mal movimiento o porque quizá paso demasiado tiempo sentada, tengo un disco ya pellizcado y ese dolor del nervio se refleja a todo, está inflamado y cuando algo se inflama duele y sobre todo hay que dejarlo reposar.

Así que leyendo a Carrère empecé a extrañar a mi maestra Adriana, la que nos daba yoga en Coyoacán en el Centro Budista que recién cerraron. Esos fines de semana iba con mi amiga Elo a clases de hora y media y luego a desayunar como si hubiéramos corrido un maratón. Tal vez debería volver con Adriana no solo para que alguien me guíe en la buena práctica sino para entender los límites de mi cuerpo. Para adentro pero también para afuera: qué hay más allá de mi cuerpo.

Y luego recuerdo esa frase que hace una semana Carla Faesler nos dijo en clase: la mente no está dentro de nosotros sino en todas partes.

En una parte de la rutina grabada que últimamente hacía, la cual se titulaba algo así como “Apertura de corazón”, una tiene que equilibrarse y abrirse después. El pecho dirigirlo al cielo. El flujo se hace concentrada de un lado y luego del otro. Total que cuando tocaba el lado derecho siempre lograba equilibrarme y en las últimas sesiones hasta tomar mi pie con mi mano, apertura completa. Pero del lado izquierdo, en el video, hay una parte donde la voz de la maestra dice que hay que estar atentos a qué tanto estamos listas para abrir el corazón, a quién se lo damos, no forzar la apertura si no estamos preparadas. Y ahí justo en esa parte y casi al oír esas palabras, pierdo el equilibrio y es donde del lado izquierdo siempre me caigo. Excepto ese último día que logré tomar mi pie con mi mano o mi mano con mi pie para la apertura total y no me caí. Pero cuando se me enfrió el cuerpo empecé con un dolor de cadera fuerte y constante. Hasta hoy. Así que fui al osteopata y al acupunturista y ahí la llevo con el dolor.

El acupunturista me dijo además que tenía súper tenso el cuello y me dio un masaje tan fuerte que me duele ahí donde me tocó y tengo moretones.

Mientras descansaba del masaje en la camita veía por la ventana y me daba cuenta de lo poco que veo ya el cielo. Lo mucho que ese acto debe cambiar el día a día. Recordé cómo de niña estaba obsesionada con el universo. Me daba mucho miedo pero también fascinación. Miedo de que cayera un meteorito. Fascinación por lo demás. Quizá por ese recuerdo anclado de mi mamá y yo viendo el universo en el planetario cuando yo tenía dos, tres y cuatro años. Ahí en esa cama de médico extrañé mi obsesión por el cielo, tan cansada ya de que día a día todos los días no hago más que pensar en mi cuerpo, lo hipervigilo y mi relación con él (y conmigo para esto) solo parte de sentirlo desde el dolor.

La cadera me va doliendo menos cada día pero aún no me repongo. Y extraño mucho esa meditación y gimnasia física y mental que es el yoga matutino. Cómo lo volvía todo mejor. Me siento engarrotada. Atrapada ya no solo en este departamento sino en mí misma. En un encierro donde lo mejor es no sentir nada. O olvidar que siento.

Tal vez era que en el fondo no estaba lista para abrir el corazón, como dijo la maestra de yoga.

Y luego en una parte que leí esta mañana Carrère cita a Pitágoras y dice que a lo que venimos los humanos al mundo no es a descifrar a la humanidad (ni nuestro cuerpo a todo esto), sino a contemplar el cielo.

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Abril Castillo

miope e hipermétrope al mismo tiempo pero en ojos distintos