(11/52) Más sabe el loco por cuerdo que por loco

4 min readMar 22, 2025

Hoy quité todos los cuadros de mi muro, del muro que está al lado de mi cama. Sin ellos, sentí que el cuarto era una bodega. No por su ausencia, más bien su ausencia me reveló la naturaleza de bodega del cuarto. Hace tiempo que no quería vivir aquí, por eso me fui. Pero regresé.

A veces ante una pregunta simple me suelto diciendo cosas muy íntimas y en general la gente se incomoda o me dice: no estoy de acuerdo. Pero si no es de estar de acuerdo o no, solo es una forma de sentir mía y no puede ser de otro modo.

Pasa también en la psicosis. No puedes jalar de a huevo a alguien a lo que todos llamamos el mundo “real”. Se trata de encontrar dentro de los delirios qué eslabón se une a la fantasía y cuál tiene un pie puesto en algo que realmente pasó o incluso está pasando. Esa historia subterránea.

Investigué la historia de la salsa inglesa y cómo la marca Lea & Perrins se la adueñó. Existen otras en el mercado pero solo ella tiene el copyright. Cuántas otras cosas hay así, con esa denominación de origen o marcar registrada que parece hacer más real el objeto. Garantía de calidad o etiqueta de que no todos comemos lo mismo.

La clase de hoy trató sobre traducir. Traducir idiomas y traducir lenguajes. Lenguajes artísticos o corporales cotidianos. Pati viene en dos semanas a México y la conoceré en persona. Hoy supe de su gran pasión por las postales y recordé que me regaló una de una araña que vio en un viaje; era de una obra de Louis Bourgeois y me pidió mi dirección postal para enviarla. También me mandó un libro de Ida Vitale y ahora pienso que quizá era más importante para ella enviar la postal que el libro, el libro como su transporte. Ambos importantes y muy valiosos pues, pero hoy le vi el gran mayor valor a la postal y al acto de enviarla.

En la película de Walter Mitty, el famoso fotógrafo Sean O’Connell le manda la foto que será la última de la portada del Times. Walter pasa toda la película buscándola. De cumpleaños Sean le regala una cartera. Walter viaja al mundo para encontrar la foto y cuando al fin encuentra en la cima de una montaña nevada a Sean, le pregunta por la foto y le dice: te la di en la cartera. Sean le explica que la cartera no era el regalo, que solo era el vehículo del verdadero regalo que era la foto. La foto sigue perdida, Walter en un momento de desamparo y renuncia, tira la cartera. Pero su mamá la guardó, y dentro sigue la foto.

Hace muchos años cuando fui a ver esa película, ya no aguantaba las ganas de hacer pipí. Así que me salí al final, cuando ya encontró la foto y la llevó a diseño para entregarla y que usen la última foto de la última edición de la revista. No alcancé a ver qué foto era porque me salí. Al parecer me salí faltando escasos 30 segundos para que la película terminara. La vi después.

La foto era Walter sentado afuera del edificio con un cuentahilos alguna edición cualquiera. Solo el fin marca algo como especial, el resto de ediciones eran cualquiera.

Cuando se encuentra a Sean en la nieve está a punto de fotografiar a un lince de las nieves, y al final decide no hacer click a la cámara. Le dice a Walter que en ocasiones prefiere solo vivir lo que está viendo y dejar que se escape el objeto. Una experiencia solo para mí, le dice.

Pienso en mi cuarto pelón de mis cuadros. Si hubiera podido, habría quitado todos, pero no tenía donde ponerlos. No quiero tirarlos a la basura ni nada, solo apartarlos. Dejar que el muro sea muro. Me mantiene más despierta eso que ver un cuadro que de tanto verlo ya no lo veía.

La casa tiene tantos cuadros.

Recuerdo esa otra película, Spider, donde el personaje, un hombre que padece psicosis, se pone mucha ropa una encima de la otra, varias camisas. En el comedor del instituto donde está internado un enfermero le dice que por qué se puso toda su ropa, a lo que un compañero más viejo responde por su amigo Spider, que no puede hablar: entre menos es una persona, más ropa necesita para vestirse.

Spider ha olvidado quizá quién es. Pero durante la película se reconstruye como espejo roto una y otra vez, hasta que da en el clavo. Al rearmarse, se desarma de nuevo. Tanto dolor resulta insportable.

Mi ermano me regaló en un cumpleaños esa película. Y toda esta semana he pensado mucho en él pero sobre todo en mí. En mi propia locura. En ese espejo roto que también soy yo, aunque he aprendido a fingir tan bien que soy normal. Quizá por eso ayer desvestí mi muro.

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Abril Castillo
Abril Castillo

Written by Abril Castillo

miope e hipermétrope al mismo tiempo pero en ojos distintos

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