(13/52) Sábado
12:58h
Hoy también es sábado.
Cuando por fin pensé que era domingo, me di cuenta de que hoy realmente es sábado.
El sábado es el día en que no se hace nada, pero se puede hacer algo. Un día antes de realmente descansar con miras al nuevo inicio del lunes. Cuando algo está por comenzar.
Pienso en la casa blanca de mi prima Natalia cuando estábamos de viaje y ella tenía cuatro años y le entró la necesidad inmediata de estar en su casa.
– Ya vámonos a la casa blanca, dijo.
– Tu casa está muy lejos, le dijo mi abuela.
– ¿Y dónde vamos a dormir?
– En el hotel.
– Entonces ya vámonos al hotel.
Mudarse es irse de esa casa blanca para siempre, pero aún sentir en el cuerpo que algo te jala a ese lugar. Como un miembro fantasma. Como una brújula que todavía marca tu norte hacia ese lugar, aunque tu cama ya no esté ahí.
Este año Santiago le empezó a llamar: nuestra casita de pan.
– ¿Como la cafetería de Coyoacán?
– No, como la de Hansel y Gretel, me dijo.
Si una casa no es el espacio que la contiene, sino tu ropa, algunos muebles, pero sobre todo las personas que lo habitan, el norte de la casita de pan puede estar en cualquier lugar. Y sus coordenadas no ser espaciales, sino temporales; depender de con quiénes compartimos un presente que se nombra desde hoy, en esa coincidencia en un instante.
Por eso las mudanzas son descolocaciones especiales que desconciertan nuestra percepción del tiempo. Hasta que todo va tomando de nuevo su lugar.
Y hoy por fin verdaderamente es sábado.