(16/52) Laberinto, metro, asterisco
Frente a nosotros una serie de bancas idénticas a la que pertenece la banca en la que estamos sentados. El viento nos da de lado y viene de arriba hacia abajo, como queriéndose encontrar con el mar.
Llegamos anoche a Lisboa y estoy exhausta. Caminamos más de cinco horas sin parar colina arriba, colina abajo, arrastrando por un pavimento empedrado una maleta de rueditas que no giraban bien. Con hambre, sed y nervios.
No puedo dejar de pensar en todo lo que me estoy perdiendo sentada en esta banca a la vez que desearía meterme abajo de unas cobijas hasta mañana.
No sé si me está saliendo una piedra en la glándula otra vez o si fue de tanto estarme apretando con la lengua que se me inflamó abajo de la lengua.
Estar sola seis meses y luego acompañada veinticuatro horas. Las redes sociales que me absorben y un libro, Cuál es tu tormento, que me deprime cada que lo leo, en el sentido de que la depresión me deja dándome vueltas y más vueltas a un asunto hasta que cavo tanto que podría acabar del otro lado de la Tierra.
No sé cómo Mauricio supo que estaba teniendo un ataque de pánico. Me abrazó en el suelo y me dijo: Estás teniendo un ataque de pánico, ahorita se va a pasar. Lloré y me deje abrazar y en un ratito se había ido. Pido volver a mi casa ya ligera. Darme cuenta hace que pueda tomar una pausa y transitarlo.
Subimos unas escaleras hacia este parque en Lisboa y me dolieron tanto las pantorrillas que necesito detenerme. Santiago no me dice: Estás teniendo un ataque de pánico, pero busca una banca y nos sentamos en silencio. Quiero llorar pero no puedo. Quiero cambiar de rutinas pero no lo hago. Tengo miedo. Me molesta el aire dándome de lado y cómo se me mete el cabello a los ojos, pero no me peino.
Hace demasiado viento. Viento todo el tiempo. Viento que me empuja, que está por tirarme, que me levanta la falda o el suéter, que me deja cabellos en los ojos y en la boca todo el tiempo.
¿Habrá sido aguantarme el hambre tantas horas? ¿O todo el café que esta mañana me tomé? ¿Será todo el cansancio acumulado? ¿Es una piedra real o solo el miedo a que otra vez me salga, otra vez pasar por médicos y ultrasonidos y operaciones, inventarme una ruta para que la piedra salga?
Dejó de llover y sale el sol. Un mirador arriba nos espera. Abajo un faro y una tarde caminando. Algo que me saque de mi cabeza. El cielo despejado y unos castaños de indias como los de Madrid, pero las flores de aquí son rojas.
Aún no pasa el sentimiento pero hay que seguir caminando.
O seguir un rato más aquí. No hay ningún lugar concreto a donde ir.