(16/52) Spoiler Alert: Barbie
Mi primera muñeca a la que jugué a nombrar se llamaba Bárbara. Era de Magic Nursery y venía con el cabello tapado, la identidad encubierta hasta que, en el orden sugerido: 1. le quitabas un pañal hecho de plástico y papel y descubrías si género; 2. le descubrías el cabello que revelaba aun más dicho género (largo para mujer, corto para hombre, a pesar de que fueran bebés recién nacidos), y 3. revisabas el libro de nombres con el que venía la muñeca para elegirle el suyo.
Mi prima Itzel, que me lleva dos años y crecimos como hermanas, también tuvo una Magic Nursery. Tal vez nos la compró mi abuela o alguna vez nuestros papás, que son hermanos y por algún tiempo vivimos las dos familias en la misma unidad. En el libro de nombres venía uno que se volvió chiste: Cosima. Como Bart en la tierra de Tomy y Daly con su ¿Quién va a llamarse Bort?, Itzel y yo bromeábamos: ¿quién va a llamarse Cosima? Como si no fuera un nombre real solo porque jamás lo habíamos escuchado. A mi muñeca le puse Bárbara y no recuerdo el nombre de la bebe o el bebé de Itzel; no recuerdo su género.
Con Itzel jugábamos mucho a las Barbies. Ella tenía algunas gringas, modelos que no se conseguían en México: una embarazada a la que podías sacarle a un mini bebé, una Barbie con el cabello larguísimo que hacía calistenia y una Barbie negra.
Mi Barbie favorita se llamaba Teresa, era una Barbie latina de playa y ese nombre ya venía dado en la caja. Se llamaba igual que mi abuela y tenía piel morena y me parecía la Barbie más bonita de todas.
En la primera escena de la película de Barbie, unas niñas se cansan de jugar a ser mamás. Tiran a sus muñecas al estilo Kubrick 2001: Odisea del espacio y entonces llega Barbie con su: “Tú, amada niña, no tienes que ser madre, puedes ser lo que quieras”.
Hay también un documental en Netflix sobre la Barbie, es un capítulo entero en una serie sobre juguetes. Ahí se profundiza sobre la creación de este juguete, su inventora y lo que Barbie como marca busca en el siglo XXI para volver a ser del agrado de la sociedad y sus compradoras y jugadoras, luego del desprestigio por promover una belleza estereotípica blanca y perfecta e imposible de lograr.
Hace un mes empecé un taller de cuento con Elma Correa. Nos dio a leer muchos cuentos y nos compartió una estructura o puntos clave para analizar las partes de un cuento. Un cuento debe tener un conflicto, intentar resolver el deseo del personaje, que se encontrará con obstáculos. Los cuentos tienen un tema muy claro, y casi siempre es solo una palabra.
Para mí Barbie la película trata sobre la maternidad.
En la primera escena del mundo de Barbie, la vemos despertar, bañarse con agua invisible, desayunar un waffle visible que hace como que come y siempre queda intacto y beber agua de una taza vacía. Todo juego, también en la infancia, es un como si. El juguete se vuelve el instrumento real para habitar cualquier mundo imaginario.
Digo que la película trata de la maternidad y para sostenerlo creo que hay tres momentos donde este tema se cierra hermosamente. El primero es ese de la copa vacía, que se repite a lo largo de toda la presentación del mundo de Barbie e irrumpe cuando ella llega al mundo real. Porque Barbie es además una calca de un cuento clásico: Pinocho.
Un día Barbie piensa por primera vez en la muerte. Es su toma de consciencia, cuando deja de ser una marioneta y se da cuenta de su autonomía en potencia. Es una niña que un día se da cuenta de que la infancia no durará para siempre y para ello tiene que encontrar a la mujer que está jugando con ella. Que bien podría ser una madre. Esa separación que constituye el nacimiento de la angustia. Un miedo al vacío (sí, como la taza de la que bebe nada) imposible de colocar.
Esa mujer no es una niña como ella pensaba, sino una madre, que se niega a tirar las barbies de su hija. Vemos ese recuerdo por primera vez cuando ella cruza la frontera y se sienta a imaginar en una banca. Esos momentos de juego se fueron esparciendo hasta acabarse cuando las barbies quedan todas en una caja lista para tirar.
Yo tuve un baúl lleno de barbies. Era blanco y enorme, hecho de madera comprimida y una tapa enorme que al levantarse revelaba un mundo. Se colaban algunos otros juguetes y a veces no cerraba de tan mal acomodados. Tuve un camper de Barbie que mi abuelo me regaló en mi cumpleaños número 10. Me encantó la idea de que mi Teresa fuera una Barbie viajera, nómada, que conociera el mundo que inventaba adentro de mi casa. No sé si habré conservado alguna, como la madre en la película le recomienda a su hija. No sé si ese camper fue salvado por mi mamá. No sé qué fue de Teresa, pero recuerdo una vez que la mojé y quise secarle el cabello con secadora y ella ya no volvió a ser nunca la misma.
De vuelta a la película, Barbie va en busca de su niña. De la mujer que la salve. Pero termina encontrándose con muchas mujeres diferentes. La primera es una señora en la parada de autobús a quien no deja de verle fascinada el paso del tiempo en el rostro y le dice: Eres hermosa. Y luego a esta hija y esta madre que jugaron con ella mucho tiempo hasta que la guardaron y una noche a solas, una de ellas la volvió a jugar. Ahí vino el primer pensamiento de muerte, que la lleva a querer arreglarlo confrontando a su dueña.
Barbie consigue llegar a Mattel y se enfrenta a todos los CEOs, CFOs, CPOs, etcétera, que además resultan ser obviamente todos hombres. Y aquí viene el segundo momento sobre maternidad de Barbie la película: cuando le ofrecen agua mineral ella acepta, se la sirven en un vaso y ella se la avienta directo en la cara. “Normalmente estos vasos están siempre vacíos”, les dice a todos y todos ríen. Barbie no se ha metido nada a la boca desde que se materializó en el mundo real. Nunca en realidad porque en el otro mundo era solo imaginación. Una idea en potencia. Ellos ahora quieren devolverla a su tierra y someterla a su caja y ella huye. Corre por todo el edificio que se vuelve un laberinto de puertas, entradas y salidas y cuando decide abrir una, encuentra una cocina.
No es una cocina normal. En un estrecho pasillo gris, lleno de cuentos de puertitas grises, al abrir una un mundo de revela, uno que no parece pertenecer a ese edificio y que casi es un sueño que la saca de la pesadilla. Una oscuridad total con luz al final que revela una cocina alumbrada por el atardecer donde una viejecilla sentada en la mesa anota cosas, trabaja. La señora la mira y la invita a sentarse con ella. Le cuenta que siempre se ha concentrado mejor en la mesa de la cocina para trabajar, le dice que es el mejor lugar de la casa. Le ofrece una taza de té. Estamos en la cocina de Ruth, la creadora de Barbie, que le da a beber el primer alimento que entra en ella. Con Ruth aprende a beber. Ruth la alimenta por primera vez. No solo es su creadora, Ruth la salva en ese acto de bienvenida y es obviamente su madre.
Más tarde Ruth, hacia el final y cierre de la película, aparecerá por última vez. Vestida como el Hada Azul, esa que vuelve a Pinocho un niño de verdad. Se irán a esa nada que está más allá de cualquiera de los dos mundos y le concederá el deseo. Ese momento en que madre e hija se van por lugares separados. Ya ha entendido la hija que un día morirá, ya ha recibido el alimento y aprendido a alimentarse. Ahora puede ser un ser autónomo, una mujer real.
La última escena muestra con gran humor a Barbie llegando por primera vez al ginecólogo. Algo que enseñan las madres es que una tiene que ir una vez al año o cada tanto, desde que te baja por primera vez. Se hace cargo de sí misma y puede disfrutar de tener ahora sí un cuerpo de verdad que es solo suyo. Sin hilos ni de plástico.
Barbie la película trata de la maternidad, pero no sobre ser madre, sino sobre lo que significa ser hija. Y trata de otros temas más pero ese fue mi favorito.
¿Qué habrá sido de Teresa y el camper? ¿Qué habría sido de mí sin ellos para jugar? ¿Por qué a esa bebé le habré puesto Barbie? ¿Alguien realmente se llamará Cosima?