(17/52) Sed de la mala
Cocinar a diferencia de escribir es una carrera contra el tiempo. Tengo unos insumos en el refri que si no cocino mañana seguro ya no podré usar y qué pena será eso, pero a la vez no sé si me dé tiempo. Hoy fue de esas decisiones de: comemos en la casa o salimos. Pero ya estábamos afuera. Pasé por el ticher al aeropuerto. Por quince minutos me ganó y no pude mostrarle el cartel que le pinté en un cartón que decía: “Tixer” y que quería sostener en el área de llegadas entre un chiste y un gesto. Lo sostuve por la ventana y de todos modos le dio risa.
Ayer comí con mi papá en Zéfiro. Cada quien pidió una lengua y cada quien se la terminó. Dos sopas. Unas quesadillas. Un pastel y un helado de vainilla. Dos copas de vino que me pegaron con todo, no sé si por el calor o por el estrés que fluye por mis venas en estos días.
El episodio donde Bart y Milhouse se encuentran en el camión y Milhouse tiene una bola de boliche que lee la suerte y se preguntan si seguirán siendo amigos cuando sean viejitos y la bola dice que es poco probable; luego que si serán amigos aún al terminar la escuela y dice que no se ve bien el panorama; y al final preguntan si seguirán hablándose al terminar el día y la bola dice llanamente: NO.
El fin de semestre es duro. Isa dice que dejemos las cosas en la cocina y eso me recordó a cuando jugaba futbol y las cosas había que dejarlas en la cancha: si te gritabas con alguien, si te peleabas, si no estabas de acuerdo, si te sentías traicionada o traicionabas a alguien por no pasarle la bola. Yo qué sé, ya no recuerdo por qué nos calentábamos tanto en la cancha, pero había días y días. La cocina es lo mismo.
Un still de Curb your Enthusiasm donde el encabezado dice: Cuando tienes una pelea con tu mejoramigo; y abajo se ve Larry David a punto de salir azotando una puerta y griga: “Fuck you and I’ll see you tomorrow”.
Mentarte la madre para no quedártelo dentro y luego seguir vincluado porque nada es para tanto.
Comí un carpaccio de carne con parmesano y una copa de vino, dos limonadas, media pizza de higos con queso de cabra. Santiago, un risotto con pesto y camarones que estaba espectacular. ¿Será muy difícil recrear su pesto? ¿Su sopa del pescador, que al poco tiempo descontinuaron? Porque, claro, aquí ni mar hay y seguro resultaba de esas recetas que nacieron siendo de aprovechamiento y se vuelven una cosa toda gourmet y carísima de mantener. Como íbamos tanto con mi familia a la Posta muchas veces accedían a preparárnosla: mariscos varios, una crema de jitomate rostizado con muchísimo ajo. Espectacular. Nuestro combo con mi prima Marcia era pedir esa sopa y luego un carpaccio Savona, de res con parmesano, el mismo que pedí hoy.
Solo queda una semana de clases. He dormido fatal el último mes. He tenido mucho miedo de algo que no sé nombrar ni colocar. Solo miedo así a lo bruto y muchas pesadillas. Solté varias cosas que ya no podía, de trabajo. Y he estado pensando mucho en mi lugar en el mundo, en dónde quiero estar, en dónde no siento ya que esté. Esa velocidad que da la sensación de sentir que no existo.
Nadie puede digerir tanto en tan poco tiempo. El cuerpo se tarda en llegar. Se acumula la pizza en el refri y corre la prisa por comerla antes de que se eche a perder. También las cáscaras de langosta. No sé si logre hacer ese bisque. La vida es ese bisque que persigo y me parte no alcanzar porque se pudre y yo me quedo atrás. Pero a veces también hay que aceptar que ciertas cosas se pudren para que una pueda seguir viva.
Vi morir un pajarito atrapado en una lámpara. Vi su cadáver al día siguiente. No sabía cómo salvarlo. No lo alcanzaba por más que me intenté subir a lugares y pedirle a gente una escalera. Luego estaba al día siguiente muerto aunque prometieron que lo bajarían. Una mancha gigante de sangre en la pared. La brutalidad insoportable de esa escena hasta que Isa dijo como si nada: Le dispararon.
El viernes mataron en clase dos langostas, bogavantes más bien. Vi cómo mataban a uno pero se seguía moviendo. No aguanté ver el otro y me fui. De todos modos comí, así las incongruencias.
Una pesadilla donde un insecto me picaba y caía inconsciente, enveneada. Despertaba cien años después, un parpadeo y luces intermitentes, mientras me sacaban un tubo de la garganta y se volvía a apagar la luz. Gritaba y gritaba pero mi voz no salía. Hasta que logré abrir los ojos aquí, en esta realidad, y por más que intenté volverme a dormir, para quitarme el asco del horror de la noche, no pude.
Terminé el trabajo de estandarización sobre Suiza. Hacer documentos en excel me relaja. Fue como haber armado un rompecabezas durante todo el día.
Cuando la gente me pide cosas que no son mi responsabilidad no sé cómo reaccionar. Sé que no son mi responsabilidad pero siempre cedo. Como si en algún nivel mental aceptara sus problemas como míos. Qué le voy a hacer.
¿Seguiré siendo amiga de mis amigos de viejita? ¿Al terminar la escuela? ¿Al final del día?
Milhouse y Bart se pelean ese día y se distancian los siguientes. Luego vuelven a ser amigos. Un buen fuck you y nos vemos mañana.