(19/52) Que el sol salga
En un episodio de Los Simpson, Homero va por primera vez a comer sushi y cuando ya lo ha probado todo pide el pez globo. Pero el maestro chef ha salido a tomar una llamada y quien hace los cortes de ese pescado venenoso es el estudiante. Lo vemos ponchar el globo y rezar mientras hace los cortes con su cuchillo. Homero lo come maravillado y al terminar el platillo llega el maestro a decirle lo probable que es que se haya envenenado y que si fue así, le quedan 24 horas de vida.
Todo el episodio lo pasa Homero despidiéndose. Pasando en un instante por todas las fases del duelo frente al doctor Hibert. Riéndose al prometer a Flanders que irá a su parrillada el fin de semana:
– Idiota. Para entonces ya estaré muerto.
El fin de algunas cosas da miedo pero también libertad.
No recuerdo exactamente en qué pensaba el 25 de mayo cuando deje en mis borradores esa escena de los Simpson.Prometer algo sin tener que cumplirlo. Decir que sí y seguir avanzando, como escribir este post.
Hacia el final del episodio Homero no se quiere dormir. Se sienta frente a la ventana y se pone a escuchar la biblia en audiolibro, narrada por Larry King. Ahí se queda dormido. En el amanecer llega Marge a buscarlo, y en una escena tan grotesca como dulce, la cara y cuerpo inertes de su esposo, boca abierta, toca su saliva caliente y se da cuenta de que está vivo.
Como una ruleta rusa que dura un día entero de angustia en camino a la aceptación cuando al fin se duerme oyendo la historia sobre el principio de todo, Homero recibe o una segunda oportunidad. O no. Solo sigue vivo. Como esas continuidades de todos los días y que un día tienen algo de magnifico y diferente. Despertar por el ser amado y decir: ah, caray, sigo viva.