(20/52) Shortcuts
Lo que menos sobra en estos días es tiempo. Así que voy a gastar el que no tengo para explicar cómo perder menos tiempo en emociones, pláticas o negociaciones que pueden resolverse con una anécdota pasada, una mirada cómplice o con una cita textual.
Para no tener que ahondar demasiado en problemas en los que uno recae cada vez, sirve mucho recurrir a los chistes locales, las citas de series, caricaturas y películas, de libros también, la referencia a momentos pasados. ¿Para qué explicarlo todo si con un guiño basta? Lo más importante de este método es que sólo es posible comunicar estos mensajes con ciertas personas. Como si ese lenguaje estuviera cerrado, sólo disponible para unos cuantos. Por eso cuando cito a Los Simpsons y alguien se ríe, se vuelve mi amigo de inmediato.
No sé muy bien cuál es el punto de revelar un lenguaje encriptado durante años, ni para qué desencriptarlo con lectores conocidos y extraños. De todos modos, voy a compartir algunos. Como ejercicio matemático. Por si alguien quiere usarlos también o por si otros ya de hecho los usaban desde siempre. También desde la cripta es posible generar empatías. Si no pregúntenselo a Juan Preciado.
- Cuando me voy de la casa lanzo una metralleta de besos a mi gata y ella me contesta con el mismo sonido que hace cuando ve una mosca, un pájaro o un fantasma.
- Este año tuve una oferta de trabajo en una editorial muy grande donde no había director de arte. Fui a dos juntas para hacer las portadas de una serie de novelas, una con la autora, ninguno con el director de arte porque, como les digo, no había. Desde el primer envío sentí que no nos estábamos entendiendo. Pero seguí adelante. Cada vez entendía menos qué querían de mí. A ese fenómeno de lectura mental que algunos editores aplican, se le conoce en mi corazón como: “Córtese esas patillas”. Acabé rapada. Perdí el trabajo. Y lo peor es que desde el principio era casi obvio que no íbamos a llegar a ningún lugar. La única satisfacción fue que de mi frustración ante este tipo de experiencias, aunada a la que también ha vivido mi amigo Juan (no Preciado, aunque su apellido también empieza con P), inventamos un diplomado en dirección de arte.
*Al corte de este post, una editora que acaba de entrar a una editorial donde me pasó lo mismo el año pasado, me acaba de pagar lo que la editora anterior se negó a pagarme y a usar el trabajo que ya había hecho. Como si le volviera a crecer el cabello a mi corazón. Qué imagen tan desafortunada.
**Si les interesa el diplomado que no es broma, sino muy real [para mí en serio es muy importante sublimar mis frustraciones], pueden ver más información aquí. - Luego de once casi doce años, decidí dejar un proyecto personal de gestión para la ilustración. Nunca cobré por él, porque no tocaba. Pero sí le di mucho tiempo y dinero y sueños y pesadillas y amor y odio y ahora duelo. Todos sus pasos. Unos de vuelta. Dejar algo así causa dolor, no piensen que no. Hay un episodio de Seinfeld donde por necesitar ir al baño, Kramer entra a un edificio de oficinas y sin darse cuenta comienza a trabajar ahí. Su vida se vuelve un estrés horrible. Su jefe llega un día a regañarlo, a decirle que está haciendo todo mal, que es inaceptable cómo entregó los reportes. Kramer le dice: “Pero yo ni trabajo aquí”. “Por eso es tan difícil tener que correrte”, le responde el jefe.
- Cuando el Cactus ya no me puede escuchar más porque estoy hablando demasiado, dice que mi voz suena como un zumbido parecido a un: mimimimimi. Esa palabra (¿es una palabra?) se volvió comodín para hablarnos sin palabras.
- Luego de horas de conversación entre mi ermano y yo, cuando no queda más que decir sólo escribimos un punto. Luego de horas de conversación digital, me faltó decir. Pero el punto también sirve para decir “ok” o “sale, así le hacemos” o “adiós” o “te quiero”. Es como el blanco para los occidentales en contraste con lo que significa para los inuits. En un punto cabe el universo.
