(21/52) Jeréz, no vainilla

Abril Castillo
3 min readJun 5, 2020

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Hace alrededor de un mes perdí la esperanza de nada y el sentido de la vida. Rendida, me acosté en mi cama y traté de dormir en medio de la tarde sin éxito. Entonces tome mi celular y empecé a ver una MasterClass de Lynch. Luego otra sobre comedia. Luego Instagram y llegue a un live de una cuenta de cocina que seguía donde la editora de esa revista preparaba unas costillitas en una salsa de vino con vainilla. La idea del olor de esa salsa me devolvió a la vida. Le conté por la noche a Santiago sobre la receta y de mis planes de prepararla. Le conté a mi psicoanalista y me dijo que no tenía que ver con la cuarentena el oler o no la salsa como espectador, que en los programas de cocina nunca olemos nada.

Volví a ver la receta un par de veces y un día me preparé para cocinarla durante un día entero. Primero debía dejar marinando la carne por unas tres a seis horas. Luego debía hacer una base de salsa de tomate con lo que hubiera soltado la marinada. Volví a ver la receta por lo menos otras cuatro veces mientras la preparaba.

La chef tenía el pelo corto y una muy buena actitud, que compensaban su falta de destreza con cuchillos y otras herramientas muy profesionales. Como cuando un futbolista se compra el kit más caro de dibujo, aunque no lo vaya a usar casi nunca.

Prepararé durante todo un día la receta y le dije a Santiago que cenaríamos delicioso.

En el último paso, cuando la cocinera-editora de la revista saca del horno el plato y lo prueba, comienza a añadir cosas. Sal, vinagre, más vinagre. Lo mezcla con unos palitos de metal que claramente están rayando el fondo de la olla. Sirve el plato al final sobre una cama inmensa de polenta, con apenas un poco de carne y casi nada de salsa.

Un par de veces he hecho cocq au vin, pero con pollo en vez de pato. La salsa tarda unas tres o cuatro horas y en esa reducción toca el cielo y sabe como los dioses.

La salsa de vino y vainilla sabía a mierda. Entendí el exceso de polenta y sus añadidos infertiles de sal y vinagre al final de la salsa.

El tiempo hace maravillas al marinar y reducir sabores en los platillos. Excepto si estabas haciendo desde el principio todo mal.

Vi los comentarios una y otra vez, trabada de coraje. Todos decían que su platillo “se veía delicioso” y otras ideas a futuro. Todos ven Instagram sin hacer ni probar un carajo. Pero había dos comentarios reales. Alguien le decía que no usara vainilla sino jerez. Otra persona le hacía ver que le había echado una cucharada entera de esencia de vainilla y algo tan fuerte no debía exceder una cucharadita.

Intentamos comernos esa cena Santiago y yo sin demasiada suerte. El amargor opacaba cualquier posibilidad de sabor.

Le conté a mi mamá entre risa y enojo. Ella se indignó y me dijo: Quéjate. Pero no lo hice. No soy ese tipo de usuario de las redes. Solo hice mi coraje de manera silenciosa.

Al día siguiente vi por última vez el video, ya con todas las pistas. Como para comprobar mi hipótesis y volverla teoría. Luego le di unfollow a la cuenta.

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Abril Castillo

miope e hipermétrope al mismo tiempo pero en ojos distintos