(23/52) Mientras se muere una gallina
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Despierto sin despertador.
Pospongo levantarme.
Trato de leer por lo menos cinco páginas de libros que no sé si algún día termine.
Renuncio y me vuelvo estrella en la cama y doy un grito amigable en un final bostezo.
Respiro profundo e intento mantener bien abiertos los ojos.
Sin parpadear recorro las manchas del techo.
Y de golpe me viene el sueño que soñé
donde tenía dos piedras dentro,
pero ninguna era cáncer.
Me siento al borde de la cama
y siento el piso fresco.
Me pregunto qué ponerme.
Si me dará tiempo de bañarme o no.
Defino el clima partir de lo que trae puesta la gente.
¿Frío?
¿Calor?
Siento a mi gato acostarse en mis pies.
Calor de estar viva.
Me rasguña.
Dolor de haber despertado.
Oigo la campaña del camión de la basura.
Pienso en la fruta y carne
pudriéndose.
La saco mañana.
Sigo el vuelo de una mosca
dibujando polígonos
y recuerdo cuando me enteré de que no pasé el examen a la UNAM.
Salto de la cama.
Me preparo para empezar el día.
Escucho mi playlist perfecta.
Es hora de dejar ir esos segundos de la mañana
que olvidaré.
Que se irán a la nada.
Como la vida de esa gallina.