(24/52) Here comes the sun

Abril Castillo
5 min readJun 17, 2020

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En dos semanas cumplo un año trabajando en mi trabajo de tiempo completo. Es un trabajo que disfruto mucho, aunque también ha sido bastante demandante y he pasado miedo en momentos que siento que no lo estoy logrando o que no entiendo nada. Me hice la promesa de ser paciente y dominar ese miedo y seguir en el trabajo. Me la hice cuando empecé el trabajo, o desde antes, cuando me lo ofrecieron y no estaba segura de si lo iba a poder hacer sin renunciar a lo que yo antes hacía. Resultó que no tuve que renunciar a nada y que incluso enriqueció mucho mi vida y me sacó de un hoyo económico y laboral y emocional en el que en ese momento estaba. Resulta que me acababa de quedar sin departamento y tenía que mudarme en menos de un mes, a dos semanas de que se hubiera muerto un tío muy querido y luego hubiera estallado el metoo en México. También me peleé con una de mis mejores amigas por razones que nunca supe, pues no se me concedió nunca audiencia y no sé qué se hace con el dolor en esos casos, también se terminó nuestro proyecto en conjunto, se terminó también ese espacio.

Así que, en medio de un luto de mi tío querido, dos mudanzas, la llama y la rabia de todo lo que trajo el metoo y sin un ingreso estable, una mañana bajé a conseguir cajas en las tienditas de los alrededores de mi hasta entonces todavía departamento, y me encontré al vecino (así nos decimos: vecino, vecina), un amigo que es casi mi vecino, así que siempre, un vecino que siempre me encontraba de ida y venida del metro, cuando bajaba al Super K o subiendo al metrobús. Luego de unos días del metoo cerré mis redes sociales por unas semanas y mi vecino me dijo que me había estado escribiendo por Facebook. ¿Qué decía tu mensaje?, le pregunté. Y me contó todo sobre este nuevo trabajo, curando cursos de ilustración online. Desde mi casa. Haciendo algo que he hecho desde hace quince años, pero con paga. Con miedo le dije que lo iba a pensar, reticente a tener un trabajo de fijo. Pero luego supe que era absurdo no aceptarlo. Mandé mi CV pensando que como en México, cuando te ofrecen algo, es para ayer. Afortunadamente este fue un proceso largo que me fue introduciendo en lo que realmente sería estar ahí.

El primer correo que envié lo envié desde Vértiz, pasó toda la mudanza en una semana, viví unos días en el estudio de Santiago, cruzando el pasillo de nuestra nueva casa, y ahí tomé la primera llamada, la primera entrevista. También la segunda. La tercera entrevista fue con V., quien sería mi jefe, y hablamos en mi incipiente nuevo estudio de casa, con el departamento todo patas arriba, mi centro de lavado en la sala, porque no cupo en la cocina y lo tuve que vender. V. tenía dudas sobre mi perfil, me faltaba un feeling más comercial. Yo le decía que nos interesaba lo mismo, yo entendía la parte comercial, pero no dejaba de ser educación. Supongo que con dudas ambos, seguimos adelante con las entrevistas. Tres meses de entrevistas. El día que me dijeron que tenía el trabajo era hoy, 17 de junio, hace un año. A la mañana siguiente, V. me llamó y me dijo que había cambios internos y que no podrían contratarme en julio, como estaba pactado. Que me recontactaría en dos semanas. Acababan de avisarme que sí había entrado a la maestría en la UNAM y firmado el contrato de un departamento en el centro que albergaría panamá, mi proyecto con Idalia. Pensé que unas por otras.

Esa noche, cenamos en el Piloncillo con Santiago, mis papás, mi hermano, mi cuñada y mi prima Valeria. De camino para acá, mi mamá no vio el carril de contraflujo y casi chocan con un trolebús. A la mañana siguiente desayuné con Idalia en Don Toribio en el centro. Acabábamos de abrir panamá. Casi cuando pedíamos la cuenta, recibí un mail de V. diciéndome que habláramos. Me sentía ya muy confundida. La última llamada fue en panamá: me habían dado el trabajo. Y yo no sabía qué decir, después de tantos ires y venires. Ahora que tenía panamá y la maestría, ¿cómo le haría con el trabajo? Acéptalo, acepta el trabajo, me recomendó Idalia. Y entonces, llegamos a panamá y prendí mi computadora, entré a la llamada con V. pero no me servía la cámara, así que tuve que reiniciar, no sin antes hacerle una broma a V. que pudo haberle molestado, pero en cambio lo hizo reír: ¿Quieres ver mi cara cuando me digas que no tengo el trabajo?

Cuando al fin hablamos, me dijo que, si lo quería, el trabajo era mío. Y luego, V. me preguntó algo que me descolocó por completo: ¿Qué sientes?, me dijo. No recordaba que algún jefe alguna vez me hubiera preguntado eso nunca. Y le dije con total franqueza que me sentía muy confundida, no entendía si él estaba seguro o no deque yo estuviera allí. Y luego todo se fue construyendo, supongo. Supongo que esta tarde, mientras todos duermen del otro lado del mundo, sentí una dulce paz y ganas de escribir sobre ese final feliz que me tiene esta tarde escribiendo, mientras busco en instagram ilustradores y respondo mails y el whatsapp. Mi algoritmo de instagram ha cambiado mucho en este año y ahora está lleno de imágenes increíbles cada mañana, tarde y noche, en ese scroll que a muchos angustia, porque no sé a quiénes siguen.

Me pelo con ella y trato de hacer una tesis sobre lo mucho que la odio, pero lo cierto es que la ilustración no ha dejado constantemente de salvarme la vida. Me gusta que mientras escribo esto en España es de madrugada y que yo todavía tengo unas horas más para mirar cursos gratis, revisar temarios y subir prospects que no son otra cosa que una promesa de futuro. Mañana como siempre, llegaré unas cinco horas tarde a esa oficina virtual que me recibe in media res, y yo domaré mis miedos un día más. Me siento feliz.

Si de aquí a dos semanas no me corren, el 1º de julio será mi primer aniversario en mi trabajo de ensueño. Y mañana a las 4:20 am, cumpliré 36 años en esta Tierra.

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Abril Castillo

miope e hipermétrope al mismo tiempo pero en ojos distintos