(24/52) Merengues
No sé distinguir entre lo importante y lo urgente. Manuales de productividad recomiendan hacerlo para no perder la vida solo atendiendo lo urgente. Aunque hay cosas urgentes que, de no hacerlas, vuelven imposible llegar a lo importante.
No sé de que estoy hablando en lo concreto. Ayer rompí un librero al arrastrarlo sin quitarle los libros. Cayó como si solo le hubiera mochado con un sable la parte de abajo, donde lo único que quite fueron las cajas de archivo muerto y varios cuadernos de dibujo y papeles desconocidos. Unos segundos antes Parvana se paseaba por ahí y temí por un segundo haber aplastado a alguno de mis gatos. Cuando comprobé que no, llore un buen rato con la puerta cerrada.
Tenía meses o años sin entender ese cuarto, pero anoche llegué y moví mi escritorio de lugar. El librero que recoloqué después estorbaba para que el nuevo espacio del escritorio tuviera sentido, así que lo moví. Cuando confirmé que tanto Parvana y Aparicio seguían vivos miré los restos del librero y noté que la mitad estaba intacta y que, para seguirlo usando, solo tenía que voltearlo 180 grados. Quité a toda prisa los libros y los fui poniendo en torres en el piso, barrí y limpié la tierra caída de una maceta con una planta que Oyuki me dio. Lo giré y además, sin la parte de abajo que se rompió, cabía perfecto aun con la puerta abierta y hasta pude mantener ahí en ese muro el cartel enmarcado que me regaló el ticher en nuestra primera cita: Leer cambia la forma de ver ver ver. Esa vez vimos Iron man 2 en nuestro Delta de siempre.
Santiago salió y se quedó esperándome en el pasillo. Saqué la madera rota y la dejé afuera de nuestro departamento. Terminé una tarea que urgía entregar. Eso era lo urgente; habitar mi cuarto, algo de lo importante que había desplazado por años.
Lo otro importante era cenar. Cenamos elote y quesadillas y vimos la tele juntos, en la mañana el dije a Santiago que ese era mi paraíso.
El lunes hice merengues en pastelería: franceses, japoneses, suizos e italianos. El suizo es el de la pavlova, mi favorito. He estado desayunando merengues de postre, menos hoy. Los paseé en mi mochila todo el día en un mini tupper. Mañana los llevaré a casa de mi mamá para que los pruebe. El lunes pensé que ya nada sería posible, ni lo urgente ni lo importante. Pero aquí estoy. De vuelta a casa bajándome del metrobús. Y no son ni las diez de la noche aún.