(27/52) Almejitas

Abril Castillo
3 min readOct 4, 2024

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¿Cuál es la prisa?, me pregunté cuando estaba por abrir la botella de vino. Hoy es un día de calma. No sabía si usar mi destapador de siempre, uno que me compré en un supermercado de Santiago de Chile; o si usar uno que me regaló Tomás un año después de comprármelo, que es eléctrico y lo abre en un segundo. Desde que me lo iba a dar dudé si lo quería, me gusta meter el abridor y destaparlo yo. Hace mucho no lo usaba.

Me hice lo que sería una receta de aprovechamiento, en el sentido de que lo hice con varias sobrinas. Cebolla fileteada, un ajo, media lata de almejitas, puré de tomate y queso de cabra con hierbas finas.

Comí y me tomé una copa de vino. Eran las 7pm y Santiago había salido desde la mañana a un desayuno. A las 2 y cacho me dijo que se iba a unas chelas y yo estuve arreglando todo el día la casa, intentando ver alguna serie pero extrañamente no pudiendo ver la tele que tanto me gusta. A las 7pm no llegaba ni respondía nada y la pasta no me cayó bien. Los minutos se detuvieron y empecé a sentirme cada vez más angustiada. Decidí salir sin celular a dar una vuelta, no quería vomitar y estaba segura de que eran nervios.

Me fui por el camino que me lleva al metro cuando voy a la escuela, pero lo varié un poco dando giros en otras calles. Ya en Etiopía me encaminé hacia mi antigua casa en Vértiz y recordé cómo la vez que catalogué como mi primer ataque de pánico tampoco encontraba a Santiago y estaba segura de que me había dejado.

Esa vez también había estado lidiando con trabajos que no quería hacer, un anuario que ya era absurdo, y había comido tarde y también había comido una pasta, como hoy, y ahí sí había empezado a vomitar y vomitar y vomitar. Luego me salí a caminar y siempre que me angustiaba, me iba caminando hasta el SCOP, como si mi cuerpo me dirigiera ahí, al edificio de mi ex casa. Me paraba del otro lado de la banqueta, veía hacia mi antigua ventana, a veces prendida y otras apagada, y algo ahí se me reconectaba y podía volver a mí.

Esta vez llegué a Vértiz, no recordaba ya el número de la casa y me acerqué como si fuera a tocar algún timbre: 614, interior 16. Crucé hacia el parque de las Américas y caminén en la oscuridad entre los arbustos y varios corredores nocturnos. Tomé Zempoala y a cada rato me preguntaba a mí misma a qué olía el ambiente, pero era a plantas y tierra mojada porque había llovido. Me crucé a ver Marsalada de cerca y estaban cerrando, seguí caminando y pasé a ver en qué número estaba el Cuarto para las Tres: 140, interior 1. Me faltaba solo una casa, sobre Xola, esta vez no me crucé al SCOP que ya ni existe. 1755 depto 103. Me seguí hacia la glorieta, empezó a chispear.

Al volver a mi casa más de una hora después, Santiago ya había llegado. ¿Qué comiste?, me preguntó. Pero no quise decirle, estaba súper enojada.

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Abril Castillo

miope e hipermétrope al mismo tiempo pero en ojos distintos