(27/52) Me faltaba un escalón

Abril Castillo
4 min readAug 31, 2021

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Pasamos una semana en NY, en Brooklyn, en casa de Ceci, con Majo y nuestras familias inmediatas aka parejas e hija de ella, Lucía.

Con Lucía negociamos salir a desayunar aunque ella se quiere quedar. Majo y Ceci salieron temprano a desayunar y nos quedamos los demás durmiendo hasta más tarde. Lucía dibuja y luego desayuna su fruta toda separada. La convencemos de acompañarnos a los bagels de a dos cuadras y salimos Edgar, el ticher y yo con ella.

Lucia me cuenta sobre las mascotas con las que ha vivido. Que dos de sus gatos murieron hace unos meses de viejitos y que adoptaron hace unas semanas a una gatita bebé que se llama Cuchara y que aún no convive mucho con Pepino, su otro gato de siempre. Me toma de la mano y yo a ella mientras cruzamos avenidas y paseamos por casas que no sé si volveremos a ver. Me divierte mucho la conversación y le voy haciendo más preguntas y ella va hilando su historia animal con los peces que ha tenido, patos, perros. Me cuenta también del señor Batman, un perro que Edgar y su mamá adoptaron en Oaxaca.

Al llegar a los bagels y comprarlos, nos sentamos afuera y Majo le manda un mensaje a Edgar de que nos alcanza ahí. Empezamos a adivinar por dónde llegará, si por la calle de la derecha o la izquierda, si por la de atrás. El juego empieza cuando empezamos a decir: Ah, mira, ahí viene. Y no es cierto. ¡Jajaja, caíste!, grita Lucía divertida. O luego nosotros. La mesa se vuelve una partida de poker. Todos señalan o avisan de la llegada de Majo pero ya nadie le cree a los demás. Hasta que Lucía se desborda de alegría y nos dice que es real, que ahora sí ahí viene su mamá. Y aunque sabemos que es cierto, le hacemos creer que no le creemos. Majo llega y todos divertidos nos reímos de que ahora sí tenía razón. La desborda en besos Lucía a Majo.

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Ese martes por la noche me entero de que tienen que cambiarle otra vez la válvula aórtica a mi mamá. El resto de mi viaje no puedo dejar de pensar en las relaciones madre e hija. En mi mamá y en mí desde el principio de los tiempos y en todas las eras que hemos vivido. Y en ver a Majo y a Lucía.

Al día siguiente de que recibo esa noticia de la cirugía de mi mamá, sumado a la reacción de la vacuna, Santiago y yo nos quedamos agotados en la casa, mientras los demás salen a pasear. Un día después, el jueves ya luego de un miércoles para mí perdido (¿o invertido?), Lucía entra a nuestro cuarto de mañana, y nos pregunta que si otra vez no vamos a ir con todos a pasear. Y aunque quiero llorar, le digo que sí vamos a ir. Y ella me dice: Ayer se sintió muy solo sin ustedes. Y entonces no aguanto y sí lloro sin que nadie me vea.

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De regreso al DF, llega la basura y Santiago y yo la juntamos a toda prisa. Todavía tenemos decenas de cajas además de la orgánica e inorgánica. Me apuro a vaciar las últimas. Es sábado y mi ermano y cuñada vendrán a cenar, quiero que ya esto parezca una casa. Santiago se adelanta y yo corro con cajas y una bolsa, sin poder ver por dónde voy. Bajo las escaleras a toda velocidad y me tropiezo. Me caigo por la escaleras, unos tres, cuatro o seis escalones. Santiago justo viene regresando. Caigo de lado, me dejo caer para no acabarme de esguinzar. Eso lo aprendí en el futbol, no caer con todo tu peso sobre el tobillo, tratar de caer de lado, liberarlo de tensión. Me pego en el brazo izquierdo, en el codo derecho, en la rodilla. Me esguinzo el tobillo aunque quiera evitarlo. Lloro desconsolada como si alguien se me acabara de morir. Santiago me quita las cajas de las manos y va corriendo a dárselas al camión de la basura.

Pienso que me tropecé por haber pensado que ya había llegado al descanso aunque todavía había escalones.

Yo después de Nueva York me quería ir a Barcelona. Pero toca esto. Una operación. La potencial muerte de mi mamá. Acompañarla mientras hago todos los trámites restantes para irme (¿sí me iré a ir aunque lleve veinte años postergándolo con mil pretextos y miedos?). Los trámites de las dos se acompañan.

Pienso en mi mamá y aunque no se lo digo, es como decírselo esguinzándome el pie, es como lo que Lucía nos dice un día de manera dulce y demoledora: ¿Vas a venir en el siguiente tramo de mi vida? La idea de vivir sin ti se siente muy solitaria.

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Abril Castillo

miope e hipermétrope al mismo tiempo pero en ojos distintos