(28/52) Tlayudas

Abril Castillo
3 min readOct 15, 2024

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Esa semana el ticher trajo tlayudas. Comimos dos días porque trajo dos.

Acepté un trabajo al que luego dije que no. Hice pruebas para ver si me aceptaban aunque yo no me sentía apta. Luego me insistió la que me contrató y otra vez dije que ok. Luego cambie varias veces la cotización hasta que dijeron que si. Y todo en medio yo no quería pero también el ticher me hizo ver que de donde iba a sacar dinero.

Y es cierto, ¿de dónde lo voy a sacar?

Las tlayudas están Justo abajo de la casa, son deliciosas y no son caras. Es de las mejores comidas de emergencia que nos podemos dar. A veces como enmoladas, molotes (bolitas de plátano con queso) y guacamole con chapulines. Cito aquí a mis amigos no sólo por la cercanía sino porque es muy rico y a veces ellos mismos quieren venir.

Renuncie al trabajo en medio porque termine faltando a la escuela para hacer eso que ni entendía bien que querían que hiciera, y explote cuando mi whatsapp se llenó de mensajes porque yo no trabajo a través de whatsapp. Tres días tuve que decir que no, que ya no, que parara. Creo que nunca leyó mis mensajes. Su hija estaba enferma y aún así seguía insistiendo. Me recordó a otra jefa que tuve. Y hoy en la mañana me recordó a mi propia mamá cuando ella misma volvió a decirme de hacer algo a lo que ya le había dicho que no.

Es cierto que las madres sufren y dan mucho. Pienso en ese otro lado de la mía ahora mismo para intentar aliviar este enojo que siento. Porque por otro lado nada me hiere tanto como que alguien cruce un límite conmigo, sobre todo uno que ya dije una y otra vez que estaba ahí.

El día que volví de España fue por mi al aeropuerto Santiago y mi tío Pepe. Íbamos a comer en las tlayudas pero mi papá no soporto el sonido de la música de vivo de algún guitarrista que pasaba por ahí. Quisieron subir a mi casa y estaban todas las maletas abiertas y explotadas. Quería verlos, los había extrañado, pero no quería verlos en mi casa. Ellos solo querían vernos en mi casa así que ahí fuimos.

El deseo del otro a veces es más importante que el tuyo. Hay gente así, de ida y de vuelta. Hay gente para la que su deseo es lo más importante, y hay otros para quienes satisfacer el deseo del ser querido es lo más importante. Yo sé cuál tiendo a ser.

Antes en mi vida había intentado renunciar a cosas que ya no quería hacer. Usando frases como: no lo logro (para ir a un plan al que ya no voy a ir), ya no puedo (para parar una situación que me come viva), no voy a seguir (la más contundente que use en el que empezó siendo el trabajo de mis sueños). Pero esta semana dije: definitivamente no quiero seguir.

La semana pasada presentamos también Quise, del Pavido, en la Casa del Poeta. Un libro sobre el recuerdo, sobre el deseo, sobre la frustración. Se me hace chafa y corto describir al libro así, con temas. Porque una obra así de mágica es tanto más que unos temas.

Dice por ejemplo el Pavido:

Quise que me encontraras jugando billar con mis amigos y te sorprendiera mi puntería perfecta.

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Y me digo yo:

Quise renunciar y al fin pude.

Quise que mi mamá me escuchara enferma pero ella fue la que decidió mi enfermedad. Y me sobó donde no me dolía, y me dejo una marca de sangre coagulada bajo mi piel que habría preferido que sangrara para que se liberara la presión pero no es el tipo de herida que ella hace. Quise que no me lastimara así en general, pero ya estaba, así que me sobé yo y me lave todo el cuerpo con agua caliente. Y de ahí entré a trabajar.

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Abril Castillo

miope e hipermétrope al mismo tiempo pero en ojos distintos