(28/52) Todo es un pastel

Abril Castillo
5 min readJul 4, 2022

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Un hombre le da una mordida a un zapato. Otro a un marco de madera. Uno más a la pata de una mesa y está se deshace como galleta. Cuando no podemos distinguir la realidad del pastel.

¿Qué pasaría si el cabello, nariz o celular, qué pasaría si de pronto todo fuera un pastel? Sería como la muerte de los géneros. Ya nada existiría o todo existiría.

Hay un programa japonés donde la prueba es reconocer si un objeto es objeto real o un pastel. La gente, para comprobarlo, debe morderlo. El alivio de que la pata de una silla sea pastel, el asco de que una manija de puerta sea una manija de puerta.

Si tuviera cuenta de Twitter, tuitearía:

  • A la gente le da miedo despedirse y prefiere desaparecer.
  • 47+16+35 minutos esperando que envialia me responda.
  • Ya no quiero estar enojada, si en realidad estoy triste.

Se me seca la cabeza solo de pensar en Twitter.

Tampoco es que me guste leer mucho los tuits de casi nadie. Tanto odio y superioridad. Me gusta ver memes, horóscopos y esas pocas personas que sí son chistosas. Me gusta mandarles memes a Idalia y a Dani. Ver los dibujos de Powerpaola, las recomendaciones de Anna, los pensamientos del Pávido y las ideas sobre LIJ y cine de Jairo. Los tuits de Impronta y de Carlos. Los de Carla Fraesler son oro puro. Nati Méndez, Ale Espino, Daniela Rea. La Membrana de Costco, risas siempre.

Hace quince años intenté escribir un cuento sobre un pastel, el protagonista se llamaba Patricio, como mi medio hermano. ¿Qué era ese pastel de Patricio?, me pregunto y me pregunto.

No lo he sabido responder ni reescribir ni escribir correctamente nunca.

Tal vez tenía que esperar a que llegara esta era para reescribirlo. Así como Homero va a la tierra del chocolate. Aquí todo es un pastel.

Las machas. Aguantarse como las machas. Anoche me iba a comprar una botella de vino cup y un vaso y un sacacorchos y un platito de cerámica que me gusto.

Hay un placer enorme en dejar todo de último momento diría pero la verdad es que no. Ni es fácil para mí. Mientras escribía esto último dije: qué rico a la mera hora arrepentirte. Pero la verdad que fue duro y muy pensado y llegue a la conclusión de que era lo mejor. Pero recordé una vez que en un viaje fui con una amiga a un centro comercial y en una tienda las dos empezamos a agarrar de todo y en un momento impulsarnos a comprar ropa así de: ay sí, ya, qué tiene. Traíamos casi lo mismo en las manos y al ser nuestro turno en la caja mientras yo pagaba ella dijo: ay no, mejor no quiero nada y fue y lo aventó y me esperó afuera. Como vomitar toda la experiencia juntas. Todo lo que compré lo quería y no me arrepiento del todo de nada y tampoco voy a decir que por su culpa me gasté tanto dinero ni que tuve que pedir una maleta prestada. Yo ahí me dejé ir con el placer de la compulsión y ella en el último instante de manera igualmente impulsiva, lo bloqueó.

Esa amiga me robó un diario personal años después. Pero quién puede realmente robar algo como un diario.

Ese mismo viaje donde ahora lo pienso vino la primera presencia o presentimiento de incomodidad con algo que solo se revelaría cinco años después.

Ayer no fue fácil dejar todo pero vi la hora y pasaban de las once. El centro comercial lleno de jóvenes borrachos y yo no estaba borracha, solo nerviosa en una ciudad que no conozco.

El último trole salía en cinco minutos, pero decía google que venía retrasado.

((Todo esto lo escribí hace tres meses o cuatro o cinco))

***

Ayer llegué de Copenhague. A las dos horas de que me fui, alguien fue a un centro comercial a matar gente como si fuera un videojuego.

Estoy exhausta.

Hace dos semanas debería de haber llegado un paquete, la despedida de esta ciudad, Barcelona. Y está en el limbo.

Igual que estaba cuando llegué aquí yo, en el limbo. Chistoso ser limbo al haber llegado y ahora antes de irme.

Lloro sobre la mesa de mantel rojo de plástico, como en una fonda. Llevo toda la tarde cocinando. Ya me voy. Me voy a Finestres a ver a Powerpaola que por coincidencias justo hoy presenta su libro, cuando yo aún estoy aquí.

El fanzine del master no llega y yo lloro de desesperación. Tantas horas dedicacas. Mañana dedicaré muchas horas más a recogerlo, probablemente. O no. No sé qué diablos pasará.

Ahora mismo la realidad parece un pastel. ¿Tengo que ir a ese centro y si voy, un viaje de casi dos horas, realmente estará ahí mi paquete? ¿O habré usado dos horas de mi último día en un viaje vacío? ¿Qué pensaré en todo el trayecto de ida, y qué pensaré bifurcadamente, si es que encuentro o si es que no encuentro mi paquete? ¿Quién tiene la culpa? ¿Con quién me desquito?

Lloro en el mantel y pienso que esta vida, toda, es un pastel.

29 minutos y contando.

Son las cinco. Apagaré la computadora. Me pintaré los ojos, raya negra sobre agua de sal: mis lágrimas frustradas. Y me encontraré con Anna. No creo que a nadie le importe tanto este fanzine.

El tiempo es tiempo. El fanzine llegará y yo me iré. Eso es así.

¿Cómo quiero pasar los últimos días aquí? Google, voy a tener suerte. Abajo consta lo que estaba escrito muchos meses atrás. Tomémoslo como respuesta, como un oráculo:

Mi ermano se casó y no me invitó. No me avisó que se casaba.

Un día el enojo se va y vuelves a poner las mayúsculas de tu vida. Dejarse de hacer chiquito. Volver a dibujar y decir: de aquí vengo. Esta es mi fortaleza.

Un día por ciega prendí la regadera y no me di cuenta que habían puesto el interruptor para el coso chiquito.

Se inundó todo el baño y la señora Hilda acababa de limpiar. Mientras se calentaba el agua, yo me lavaba los dientes y en eso sentí agua en los pies.

Me volví a vestir y salí por una jerga y el trapeador y me estuve una media hora limpiando el baño.

Luego ya me bañé.

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Abril Castillo

miope e hipermétrope al mismo tiempo pero en ojos distintos