(30/52) Abuelas

Abril Castillo
3 min readAug 1, 2018

--

Mis dos abuelas, la paterna (mi tita) y la materna (mi abuela), eran amigas. Supongo que se hicieron amigas cuando mis papás se casaron, o desde antes. La amistad transcendió que fueran familia política, porque cuando mis papás se divorciaron, ellas siguieron siendo amigas.

Una vez nos fuimos de viaje las dos abuelas, mi mamá, mi ermano y yo a Canadá.

Mi mamá se volvió como otra hija de mi tita y a la fecha la procura tanto como lo hizo a su propia madre. Y mi tita se preocupa igual por ella como por cualquiera de sus otros hijos.

Mis abuelas tenían en común preocuparse mucho por sus hijos y ser católicas. También estar casadas con hombres sin religión. Esos padres heredaron su no religión a sus hijos y yo siempre extrañé poder tener una. Una religión. Aunque fuera conocerla. Yo pensaba hasta hace unas semanas que no estaba bautizada, pero mi mamá me contó que mis abuelas me secuestraron para que me bautizaran en la iglesia que está sobre Cerro del Agua. Y sentí una paz especial, porque mejor que sobre a que falte. Pero también me dio gusto que en un matrimonio tan patriarcal, las mujeres hayan hecho su santa voluntad.

Mi mamá siempre decía que mi abuela no aceptaba no por respuesta y que tenía una cualidad manipuladora para conseguir lo que quería. Mi abuela decía que había que pedir con modito las cosas. Y le doy la razón. De qué otra forma empoderarse que aprendiendo a sortear ciertas negativas que le tocaron vivir en su tiempo.

Mi tita me dijo hace poco una serie de recomendaciones sobre la vida. Como que no me tomara las cosas personales. Que no todo tiene que ver conmigo. Que no sea tan egoísta. La última parte me dejó pensando mucho. Me di cuenta de que esos egoísmos que luego se les reclaman a las mujeres, no se les reclaman a los hombres. Sé generosa, sé acomedida, sé solidaria.

Mi abuela enviudó en 2001 y murió en 2013. Mi tita sigue viva y enviudó en 1997. Ninguna se volvió a casar. Muy al principio de que mi tito muriera, mi tía, mi prima y yo le decíamos a mi tita que si no se le antojaba tener un novio. “¿Para tener que seguir planchando camisas y cocinándole a alguien? ¡No, gracias!”, nos dijo tajante. ¿En eso se había convertido la idea de amor para ella?

Una vez, por ahí del año 2005, mi abuela y mi tita se quedaron de ver para comer en el Sanborns de San Jerónimo. Mi abuela fue al Sanborns de la Plaza San Jerónimo y mi tita al Sanborns de Plaza Loreto. No tenían celulares. Las dos eran tan puntuales que siempre llegaban por lo menos media hora antes a cualquier cita: doctor, aeropuerto, comidas. Se sentaron a esperar desde temprano. Dieron media hora de cortesía. Se levantaron y fueron a llamarse desde un teléfono público a la casa de la otra. Simultáneamente nadie respondió. Se dieron cuenta de que la otra no llegaría. Comieron a solas, mirando a la nada, preocupadas por su amiga, pero también preguntándose si no habían confundido la fecha del encuentro, el lugar. No podrían comprobarlo hasta llegar a casa. Volvieron y por la noche se llamaron. Se rieron del error. Y quedaron de verse otro día. Se hayan visto o no, ese día comieron solas y comieron juntas.

Hace un año un amigo me dijo que el amor más verdadero era la amistad.

--

--

Abril Castillo

miope e hipermétrope al mismo tiempo pero en ojos distintos