(31/52) Envejecer
Me volveré viejita oficialmente en el año 2044. Ese año cumpliré sesenta años y podré entrar gratis al metro y al metrobús. Y a los transportes que para entonces existan. Y sólo si el metro y el metrobús no han dejado de existir. Ojalá pueda seguir andando en bicicleta y caminando sin problemas.
Parvana y Aparicio ya no estarán en mi vida, sólo en mis recuerdos, pero espero tener otros gatos, porque los gatos siempre han hecho más feliz mi vida.
Aunque trate de evitarlo, mi mente envejecerá igual que mi cuerpo. Me da mucho más miedo la vejez de la mente. En el fondo siento que alguna manera existe para evitarla. La del cuerpo no. Pero como van juntas, ¿cómo hacer para entender al otro desde su tiempo y sus condiciones y no extrañar y juzgar desde mi época y mi visión de las cosas? ¿Por qué creo que la vejez es la perfección, el momento en que todo lo sabes aunque se te acabe el cuerpo? ¿El momento en que más sabrás será quizá otro que no tenemos considerado?
Viviré sola. Cerca de amigos.
Si la memoria me falla, no sabré si he o no tenido hijos. Como hoy.
Comeré bien porque eso habré aprendido a lo largo de mi vida. A comer bien. A tranquilizarme. A estar en paz y sin prisa. El acelere se terminará conforme mi ritmo de caminar baje con los años. Y me daré cuenta de que no hay apuro por llegar a ningún lugar. Realmente me daré cuenta y seguiré haciendo planes, pero le daré su propio ritmo.
Entenderé que ninguna casa es para siempre y seguiré sin saber dónde me voy a morir.
Cuando sea vieja no habré terminado de ponerme al día con las cosas pendientes. La muerte es dejar de hacer planes. Y yo, aunque llegue a vieja, moriré en el momento más inesperado, así que espero dejar cosas en el aire.