(31/52) Tortillas de harina de verdad

Abril Castillo
3 min read3 days ago

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Las tía Rosa no son falsas, pero Santiago encontró una tortillería en su trayecto por la bici, los días que va de la casa a CU y de regreso. Trajo unas y con ellas hizo unas sincronizadas con frijol que cenamos ayer. Su olor me recordó a algo que ahora mismo no recuerdo. ¿Eran gorditas o galletas o algún postre?

En Mi amiga brillante un día tiembla y Lila enloquece. Se bloquea y cuando por fin puede volver a hablar le confiesa a Lenù que no es capaz de ver la orilla de las cosas. Todo está completamente mezclado, todo se funde con todo. Es como si la realidad de derritiera y quedara completamente invadida por todo a su alrededor.

No sé cómo describir cómo me siento esta mañana así que robo las palabras de Lila. Así me siento con los afectos en general, con mi mamá en particular. A veces es bueno, supongo que es una empatía máxima, pero la mayoría de veces es horrible. Es una sensación de no tener cuerpo y no tener voluntad y a la vez sentirlo todo siempre al mismo tiempo.

Desesperada anoche me senté afuera del metro y empecé a guglear síntomas mentales. Síntomas familiares. Palabras clave. Di con un libro de Mara Selvini titulado Los juegos psicóticos en la familia y de ahí empecé a leer sobre los dobles vínculos y las paradojas de la comunicación. Eso me hizo recordar algunas conversaciones que tuve por teléfono con mi tutor de la maestría, con quien finalmente ya no hice la tesis, porque al final ni tesis hice. Nos llamábamos una vez al semestre y hablábamos por horas, muchas veces terminaba yo sentándome frente a la compu a teclear cosas que me decía y otras las tecleaba en el teléfono. Luego de buscar un rato, encontré en un draft de mail notas sobre el doble vínculo y la psicosis, y comprobé que la cura son los metadiscursos: nombrar lo que está fallando en la comunicación. Y es que mi tesis iba a ser de metadibujo, pero no había pensado todo el dolor que había en medio. O quizá sí.

Llegué a la casa y le conté a Santiago. Me dijo que no anduviera gugleando síntomas, que mejor hablara con un profesional. Pensé que los autores de libros son profesionales, pero es cierto que no te responden. Lo que sí pasó fue que leer esos ensayos y datos y temas me bajó considerablemente la angustia, y ya solo quedó a flote mucho dolor, como una ciudad que se inunda y cuando baja deja ver el destrozo, pedazos de vidrio roto, casas tiradas y algunos cadáveres. Llevarse los muertos le dicen los meseros a recoger en la mesa todo lo que ya se comió.

Y yo más temprano por la mañana le escribía a Idalia cómo lo que siento de mi mamá es que hay veces que me come viva. Ella pensará lo mismo de mí.

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Abril Castillo

miope e hipermétrope al mismo tiempo pero en ojos distintos