(33/52) Tomillo
Me imagino encontrando algo que comer de camino a la escuela. Algo simple porque no tengo hambre, pero sé que tengo que comer algo. Paso por una hamburguesería y pienso que podrían ser unas papas fritas, pero no lo pienso en serio, no voy a detenerme y ni se me antojan. Tendría que encontrar de camino algo más parecido a una verdura, espinacas crudas o jitomatitos cherries. Llegando a la escuela podría desinfectarlos si los de talleres me dejan pasar por el cloro. Le echaría agua y unas gotitas al ahí se va, difícil calcular las diez partes por millón pero da igual.
Sé que el mundo real es menos cuadrado que la escuela y a la vez agradezco la estructura que la escuela me da.
Empecé con una cosquilla en la garganta desde la semana pasada, se volvió una tos profunda que venía desde los pulmones y temí que se convirtiera en neumonía o algo así. Más por hipocondríaca que por sentirme así de mal, y mucho en parte porque tenía que hacer un viaje que quizá en el fondo de mi cora no tenía tantas ganas de hacer y porque la siguiente semana eran exámenes parciales y quería ahorrarme ese estrés. Pero no me enfermé nada grave, la tos y el cosquilleo iban y venían, hice el viaje, presenté los exámenes y extrañamente fui entrando en una deliciosa calma esta semana que me llevó a volver a leer y a escribir. A fallar en cosas y no agüitarme. Encontré, como diría Hebe Uhart, ese estado de encontrarme a media rienda.
El viernes volé temprano y volví el sábado a primera hora. No soy buena para las mañanas, las necesito con calma, y odio despertarme con un despertador. Tanto así que he desarrollado la habilidad de pararme sola a la hora deseada, pero la magia no funciona si es antes de las 7am. De regreso a la Ciudad de México fui el sábado, antes de subir a mi casa, al mercado. Tenía que comprar los insumos para mi clase de las 11 donde haríamos carnitas. Aproveche y compré también jengibre y tomillo para hacerme dos remedios para la tos que aún no se iba.
El de jengibre se lo leí en un tuit a Alejandra hace unos años, y consiste en rallarlo y ponerlo a hervir con un dedo de agua. Luego lo licúas, lo revuelves con miel y guardas este jarabe espeso en el refri, tomas una cucharada y solo ahí le pones limon. El otro me lo enseño Fede en Barcelona, pones a hervir tomillo un rato, lo cuelas y te quedas con el líquido, te sirves una taza y lo más caliente que lo aguantes le echas sal y haces gárgaras y escupes, gárgaras y escupes, y ahí va saliendo toda la maldad de tu garganta, como si fuera una especie de drano.
El sábado no tuve tiempo de hacer la preparación antes de irme a la escuela. No pude ni bañarme, salí corriendo y cuando volví estaba tan muerta del viaje ida y vuelta y de la clase y todo, que me tumbe y no hice nada más que recibir por dos días el té con miel y limon que me preparaba el ticher. Eso y dormir y despertar y ver mucha tele y volver a dormir. Para el lunes me sentía como nueva y me hice los remedios. Hice la gárgaras y no salió mucha maldad que digamos. Ya se me había pasado casi por completo la enfermedad. Ya para que. ¿A donde se habrá ido esa maldad que no saque? ¿Se habrá vuelto buena, o seguirá habitando en alguna parte de mis pulmones, lista para salir en el próximo frente frío?