(37/52) Spoiler Alert: The Wire

Abril Castillo
4 min readDec 17, 2023

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Me han recomendado muchísimas veces The Wire, ayer platicábamos en el tradicional desayuno de los Monos sobre series y Alia dijo que le parecía un poco equis, como de otra época; pero mi amigo Claudio saltó y dijo que era de las mejores series de la historia y que todo lo que hacía David Simon le parecía increíble.

Mi amigo Erik me había dicho que para él esta serie era una novela total.

La intenté ver muchas veces, de vacaciones, en clases, en periodos normales de trabajo, de noche, de tarde y de día. Empecé a ver el episodio 3, a ver si ahí ya había arrancado; y nada. No lograba concentrarme y no conseguía ver esa maravilla de la que hablaban: cuando te abduce una ficción y terminas habitándola. Tipo Pleasentville, qué ganas de ver Pleasentville otra vez.

Pero no. Voy a intentar una vez más ver The Wire. Claudio dijo que toda la obra de Simon le encantaba por su ancla con lo documental y la irrupción de lo real para crear lo que podrían ser un tipo de documentales. Erik me dijo que hay un episodio en particular que le voló la cabeza, que no recuerdo cuál era y no lo tengo anotado.

Carlos en Barcelona siempre decía que todos los días hay que hacer un esfuerzo. Nos fuimos de viaje toda la generación y rentamos una gran masía. Una mañana nos fuimos caminando en excursión. Carlos dijo: “Bueno, ya todos hicimos ejercicio, bien, ahora podemos bailar y beber”. Con él platico mucho sobre los momentos de esfuerzo y lo que trae a cambio.

Esta mañana leí un cuento de Lorrie Moore, quisiera acabar el libro de cuentos antes de que terminen mis vacaciones y al fin entregarlo. Pensé que leer me daría alas, pero el cuento me deprimió. Buscaré otras lecturas. Luego ya había pasado mucho tiempo desde que desperté y me moría de hambre. Hicimos molletes con Santiago y mientras estaban en el horno, saqué la basura de toda la casa. Más tarde abrí al fin la batidora de pedestal que me me compré hace más de un mes, y terminé de leer la introducción del libro de las 100 galletas, y leí la primera. Me pregunté cómo sería hacer esas 100 galletas. Lo chistoso es que la primera era justamente la galleta blanda con chispas de chocolate. Leí las instrucciones de la batidora con detalle y luego un par de entradas de un blog donde explicaba más cosas sobre la matenquilla y el azúcar. Creo que ese fue mi error hace unos meses cuando intenté hacerlas: derretía la mantequilla en vez de cremarla. Podría hacer esas 100 recetas de galletas y volverme una experta, al estilo Julie Powell.

Preparamos las galletas Santiago y yo y nos salieron 50. Luego él se fue a dormir un rato y yo voy a ver The Wire, el episodio uno sin interrupciones.

Ya le encontré un lugar a la batidora y me gustaría que tenga un nombre. He pensado ya un par pero aún no me decido por ninguno. Lo chido es que ya la estrenamos. Me siento como cuando de niños a mi ermano y a mí nos compraron el Supernintendo.

La novela total, según un sitio en internet: “es aquella que explora su propio universo hasta el límite, sin hacer concesiones al gran público. Esta tiene un mundo cerrado en sí mismo y, paradójicamente, creciente. Agota hasta el cansancio las casuísticas de la experiencia vital de los individuos”, y dice que el término lo acuñó Vargas Llosa, y que son novelas como las suyas o las de García Márquez. “Es aquella que de entrada nos captura, y de la cual, a lo largo de cientos y cientos de páginas, no podemos sustraernos”. Me gustó eso de “sin hacer concesiones al gran público”, y lo de tener “un mundo cerrado en sí mismo”. Escribir para uno y ya, en esa fantasía que lo abarca todo aunque parezca realidad. Qué se sentiría hacer una novela total.

Y hablando de Vargas Llosa y ya para cerrar, una vez en clase, un profe nos puso un video de Vargas Llosa recibiendo un premio y diciendo las cosas más rancias del hombre y la literatura, hasta que en un momento Carlos y yo nos volteamos a ver y no pudimos parar de reír. El maestro nos dejó el video y se salió por media hora. Todo el grupo se empezó a reír también. Al terminar el video y volver el maestro, logramos controlarnos, dejamos de mirarnos, y al final de la clase Carlos se levantó y me dijo: “Bueno, creo que nunca más podremos sentarnos juntos”. Y se fue.

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Abril Castillo

miope e hipermétrope al mismo tiempo pero en ojos distintos