(38/52) el último quiché

Abril Castillo
6 min readDec 8, 2024

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Sin importar donde me parara B. me decía: Abril, quítate; con permiso, Abril, o lo peor, me picaba con un dedo insistentemente en la lonja implicando que me moviera. Deja ya de picarme, le pedí, háblame. Había veces que podía moverme y otras no. No fue la primera clase en que me movía de mi lugar. Una vez en pastelería estaba extendiendo una masa en la parte del mármol y como si no viera lo que hacía sino solo mi cuerpo como un estorbo, me dijo que justo iba a usar esa parte para trabajar. Me exaspero y le pregunté si no me estaba viendo hacer lo que estaba haciendo, exhalo molesto como si no entendiera que pasaba y le señale otra mesa entera vacía: trabaja allá.

En algún momento del semestre, en la clase de Creatividad quise hacer un manual sobre el trabajo en equipo que se basara en mi propia brigada y en el modelo de Van Oeck que reconoce a cuatro personajes: un explorador, un artista, un guerrero y un juez. Nos reconocía en cada uno claramente. Este semestre yo fui el explorador y me caí por un barranco. Creo que no tomé las mejores decisiones y reprobé una materia. Aún así es probable que volviera a hacer lo mismo: no dejar de ir a la fil, no trabajar más que con quien quería trabajar conmigo; aunque ahora mismo estoy tan cansada por la última sesión de cocina que siento que quizá eso si lo cambiaría, pienso que de haber estado en otra brigada si habría podido pasar al menos con un 6.

Ayer había que comenzar a limpiar los lockers. Yo no quería tener que volver en la semana así que vacíe el mío y ofrecí llevarme la caja de congelados. Pero quedaban las otras dos: fríos y secos. Nadie se la quiso llevar. B. dijo que no volvería ya nunca en la semana después de ese día y D. que no tenía coche y solo quería irse a dormir. M. dijo que esas cajas de todos modos no eran suyas y que el otro semestre se cambiaría a la mañana.

Pensaba que estudiar con ellos los podría hacer subir sus promedios, no que solo bajaría el mío. En todas las materias donde no tuve que trabajar en equipo con ellos saqué 9 y 10. Con ellos 7 y una reprobada. Por mi misma pues, lo sé. Solo me siento con la lengua de fuera.

En el examen práctico final me habría gustado hacer un boef bourgignon o un filete Wellington. Como nos sacaron del segundo parcial porque D. no metió bien la requi (puso otra fecha), decidimos hacer las mismas recetas que haríamos ese día, solo había que añadir un postre. En ese examen yo iba a hacer de entrada un camembert empanizado pero ese día lo hice llegando a mi casa de tanta frustración, y no se me antojó volver a hacerlo. Como me perdí el examen de pastelería donde haría una quiché de calabaza, pensé hacer de entrada ese plato que se quedó en el limbo. Pero la calabaza no sabía bien, así que cambie mejor por un Lorraine normal y le puse al lado el puré de calabaza que sabía rarísimo. El chef se molestó del puré, dijo que no tenía nada que hacer ahí. Saqué 7 final. Al menos pase a pesar de no haber presentado un parcial.

El miércoles y jueves entre Iker y yo hicimos una repartición del manual y lo juntamos. Se entregaba el viernes. Hice todo el trabajo y los gueyes de mi brigada (a los que en algún momento empecé a decirles Pixis bebés, en honor a mi brigada del trabajo de hace diez años) ni las gracias dieron, a veces ni siquiera confirmaban de recibido. Así les hice varios trabajos en el año, los recetarios de Métodos, las fichas de pastelería, llevar impreso todo. Eso también me reclamo B. ayer: ¿sí imprimiste las recetas para todos o tengo que ir de último minuto a hacerlo? Ah, caray, khe. No, aquí están, y las entregue en un folder rojo al chef. Para el segundo parcial había comprado platos bonitos que pagaríamos entre todos. Ya me pareció absurdo llevarlos esta vez, todos estaban vencidos ya por el semestre, sin brillo en los ojos, sin esperanza. Todos estábamos.

Cada semana me lleve dos veces a lavar nuestros trapos que eran más bien míos y unos de Marcus, hasta el último mes que le pedí a D. lavarlos el. Jamás los volvió a llevar. B. nunca tuvo caballos. La última semana pensé de todos modos regalarles unos calendarios y se los ofrecí por nuestro chat; solo M. respondió que si quería uno y se lo lleve ayer. Mientras M. iba a cambiarse D. puso su tabla encima y lo doblo todo, B. me dijo que por qué a él no le di si me dijo que también quería. Nadie más que M. me respondió, le dije molesta, ya harta de el. Revisé y vi, como en todos los mensajes de todo el semestre, como en este también mi brigada me había dejado en visto. Menos M., por eso se lo lleve.

Una noche antes B. aviso que no podría cocinar porque lo habían operado de la boca y no podía estar cerca de ninguna fuente de calor. A nadie le dio tiempo de hacer su comida. Nuestra entrega fue realmente una porquería, la cocina toda tirada cuando la mire desde la mesa donde presentábamos.

Ante el fallo total de una relación, ya sea de amistad o de amor o de trabajo en equipo, no queda más que dejar de señalar a los otros y lograrme ver desde ese espacio vacío.

Hace dos semanas que fui a cocinar con Julia, Juan Marcos me preguntaba si mis compañeros sabían todo lo demás que hago de trabajo. Le dije que no. Desde entonces me lo pregunto yo misma, cuando termino tan enganchada com estos niños de dieciocho años. Me pregunto sobre todo que hago aquí, a qué venía, y sí, también: yo quien soy. No tengo la respuesta.

Al final de la sesión, nadie quiso llevarse nada así que yo me lleve todo. Tire a la basura todo lo podrido de las cajas, guarde en bolsas lo que servía. Lo empaque y pedí un Uber que tardo una hora en venir a recogerme. El centro estaba colapsado ayer. El chofer me ayudo a subir las cosas mas pesadas a la cajuela y emprendimos un viaje de otra hora mas hasta mi casa a vuelta de rueda. Llegando a Tlalpan todo se liberó, el coche aceleró todo lo que pudo y de ahí llegamos en menos de quince minutos. Otra vez me ayudo a descargar todo a la baqueta y en tres o cuatro viajes metí todo a mi casa. Lave la leche derramada y algunos insumos y materiales. Las apilé en la sala y dejé remojando los trapos. Me di cuenta de que las cajas que teníamos son mucho mas grandes que las de las otras brigadas. Ah, lo bonitos que fueron las entregas del examen final de las otras brigadas. El pasto del vecino siempre es mas verde. Pensé que si sigo el otro semestre compraré cajas mas pequeñas. Y que estás que ya son mías porque nadie mas las quiso y ya no hay reclamos, estas serán macetas en mi balcón para semillas que ya veremos cuales plantaré ahora que llegue la primavera. Y quizá una composta o hasta para material de dibujo.

A los Pixis verdaderos tampoco pude verlos en la feria y creo que ya es hora de dejar de insistir. Según ellos cumple diez años nuestra editorial, como si una cosa fuera su nombre y no la gente que la compone.

Yo se quien soy. Una señora infiltrada en un mundo de jóvenes que no logra encajar. Una maestra sin alumnos que solo observa y entiende y se va cuando la burocracia se vuelve demasiada. La que ya quieren que se calle, que deje de pedir cosas, que las haga por ellos y acepte su papel; la que se ría de cosas aunque a ella no le den risa. La que paga la cuenta, la que imprime las hojas, la que lava los trapos sucios y los trae medianamente limpios dos veces a la semana, a la que no saludan si están con sus amigos de su edad y está bien, son chavos.

Ser un fantasma, nada, nadie. Eso es lo que quería, ¿por que entonces me duele tanto la rodilla?

Debería darme risa pero no le veo todavía el lado simpático, aunque supongo que todo es como un gran capítulo de Mr. Bean.

Platiqué en el camino con Idalia y con el ticher. Alrededor de las 5 que llegue a mi casa los dos me preguntaron: ¿cómo le hiciste para subir todo?

Espero este año poder volver a dibujar.

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Written by Abril Castillo

miope e hipermétrope al mismo tiempo pero en ojos distintos

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