(40/52) Ahora sóplale a la luz

Abril Castillo
2 min readOct 26, 2022

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En el que quizá fue su último cumpleaños, mi tita gritó ante la flama y chispas de su vela mágica. No la entendía y en el alboroto de todos instándola a pedir un deseo, el fuego se apagó y ella le respondió a mi mamá, cuando le preguntó qué había pedido: “Deseo que se prenda otra vez”.

Un año antes se había muerto mi tío. Y en mi recuerdo, ambos sucesos están conectados como si hubieran ocurrido en el mismo instante. Un hijo se muere pero vive como torrente. La vela se apaga y no da tiempo de desear nada. Eso es el presente.

Sueño que llamo a Santiago que se fue sin mí al mar, mientras yo terminaba de trabajar. Estamos en un país extranjero y temo que no me va a responder el celular. Pero la llamada entra y yo, que acabo de salir de terapia —en el sueño está mezclado si la doy o la estoy tomando, o ambas a la vez—, lo saludo entre angustiada y aliviada. Solo que la voz que me responde no es su voz, es de otro hombre que no conozco. Esa voz me dice que sí lo conozco y me dice su nombre, no me suena su nombre. “Estaba en la terapia, era tu mano izquierda cuando hiciste el procedimiento”. Le pido que pase a Santiago, pero dice que está más allá. Lo imagino metido en el mar, abrazando a otra mujer. Me enojo. Le insisto que me lo pase y ahora solo queda un silencio que es tan hueco como la muerte, y sé que Santiago se perdió en el mar, que no está con nadie, que ya solo es cuerpo.

Abro los ojos como saliendo de lo profundo de un tapete sumergido en el suelo y lo veo, lo siento respirar frente a mí. Lo beso y confirmo que está caliente, que está vivo y que ya no estoy en ese otro lugar. Sin abrir los ojos, se sonríe y espero un rato para contarle, luego de dudar, la pesadilla que acabo de tener.

Me paro antes y me baño, me visto, entro a llamadas, empiezo a trabajar con la puerta cerrada. Salgo de mi cuarto y no lo veo, encerrado él en el suyo. Bajo a la tienda a pagar el gas y por tamales, compro diez sobres de estampas del Mundial, solo cuatro estampas nos servirán. Regreso a la casa y le digo que desayunemos y cuando sale del cuarto, trae puesta su playera de Hokusai. El mar es él.

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Written by Abril Castillo

miope e hipermétrope al mismo tiempo pero en ojos distintos

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