(41/52) Cambiar de calcetines

Abril Castillo
2 min readNov 23, 2019

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(Regalo de Henry)

Idalia dice que si estás teniendo un mal día, estás pasoneada o quieres dar vuelta a la página, te cambies de calcetines.

Una vez llegando a su casa, cuando ella todavía vivía en el centro, le pedí quitarme los zapatos. Siempre que entro a un lugar me quiero quitar los zapatos pero no en todas partes se puede. En su casa sí. Y ahí fue que me dijo: Si estás incómoda, cámbiate de calcetines, yo te doy unos.

Vengo llegando del centro de mi última clase de collage con Ana Mayoral. Algunos compañeros dijeron cosas sentidas de despedida. Ni yo ni varios otros veníamos listos para despedirnos.

Amanecí con un cólico que solo me dejó dormir unas cinco horas. Tener cólico me hace sentir un calor interior que no me deja respirar bien. El dolor hace eso, para el aliento, y basta con que me dé cuenta de que no estoy respirando normalmente para inhalar profundo y retomar el ritmo normal. Es un círculo vicioso: el dolor hace que no respires y no respirar hace que todo duela más; el cuerpo se tensa, los músculos se contraen, la mente se estanca en ese lugar inhóspito.

He tenido cólico todo el día. En días así solo quisiera recostarme y dormir. Esa estaticidad supongo que opera del mismo modo que no respirar. Así que desobedezco a mi deseo y voy y camino y trato de hacer un día normal, aunque no lo sea.

Terminó la clase, la última clase, con la promesa de vernos para cenar antes de que acabe el año.

Tomé el metro y me bajé en Centro Médico y, por primera vez en mi vida, logré salirme en la salida correcta y emprendí camino sin tener que cruzar ningún eje, dirigirme a Delta para comer con Santiago. Me encontré al Pávido y a Armando, venía feliz y estaban felices ellos también. La salida correcta es la del mural, me dijo el Pávido.

Para no cruzar los ejes por la calle y encaminarme hacia la casa, hay que salir del lado de la línea verde, con sentido hacia Indios Verdes; ahí todavía hay dos posibles salidas, la correcta es la que dice el Pávido: la del mural bonito de doctores.

Yo le dije que sí, al Pávido, le conté que en el fondo ya lo sabía, porque siempre entro por ahí, pero que quién sabe por qué nunca le atinaba.

Un conocimiento que se me olvida justo cuando lo necesito.

Hoy llegué de la calle con cólico y calor por dentro y por fuera. Me acordé de inhalar profundo y exhalar con calma. Me quité los zapatos. Y me cambié de calcetines.

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Abril Castillo

miope e hipermétrope al mismo tiempo pero en ojos distintos