(42/52) Panettone
Imagino que le pregunto a Yhonatan: “¿vos leíste La trilogía de Nueva York?”. Mi celular está en mi cuarto y yo estoy en la sala, leyendo la última parte de Claus y Lucas y pienso en el parecido de cómo la misma historia se va desherbando en cada una de las partes, revelando cómo la verdad siempre se escapa cuando uno intenta ordenar la vida narrándola. Recuerdo cómo quería terminar Tarantela diciendo el verdadero nombre de mi tío Pancho y el verdadero nombre de mi hermano Tomás; repetir la escena del jardín idéntica, pero ahora con los verdaderos nombres; cómo Cesar no lo entendió ni cuando se lo expliqué y como entonces decidí dejar la escena idéntica con los nombres inventados y ya.
En Claus y Lucas no hay nombres de lugares. En La trilogía solo sabemos que todo pasa en Nueva York. En El amigo de Sigrid Nunez ocurre algo parecido en la última parte cuando se cae el manto narrativo y solo permanece una confesión.
Pasé la navidad con Santiago. Cenamos una lasaña a la que le faltó algo de pasta pero que para mí sabe muy bien. Ensalada de manzana que preparó él con la receta de su mamá. Cuando hoy en la mañana le pregunté si extrañaba a su papá me respondió: Anoche cuando te dormiste hablé con mi mamá. Recordé a Elo porque desayuné un huevo estrellado y las yemas siempre me recuerdan a Elo y a su papá. Elo puso la canción de I Will de los Beatles en el post de despedida de su papá y me di cuenta de que esa canción también me recuerda a mi papá, por una película de los noventas sobre papas divorciados e hijas adolescentes.
La semana pasada Santiago exclamó un día de la nada: Ya va siendo hora de comprar un panettone. Y yo a los pocos días fui al Palacio y compré uno pequeño pero no por ello menos caro. A mí no me gusta el panettone pero a él le encanta. Hoy en la mañana también me hice un pan con mermelada y a él le pareció un sacrilegio “comer esa porquería, habiendo panettone”. Vi que estaba por acabarse la mermelada de frambuesa y pensé rellenarla con la mermelada que hice hace un mes para el examen fallido de Métodos. Se me ocurrió repasar todas las recetas de la chef de pastelería y vender esos pasteles y con eso pagar mi recursamiento que, dios lo permita, sea con un chef diferente.
Pensé que podría empezar a hablarle de vos a Yhona por cariño. Y pedirle que me recomiende mas libros. El otro día me compré el de Hammet porque lo recuerdo varias semanas con él bajo el brazo, cuando estudiábamos el master en Barcelona y él nunca paraba de leer. Y es que fue él quien me dijo imperativamente que leyera Claus y Lucas. Dos nombres hechos con las mismas letras. A veces me pregunto si no seré yo misma un ser dividido, una psicótica que no sabe que está loca o que tiene algún tipo de retraso mental. Porque resulta imposible verse a una misma. A veces la escritura ayuda como una suerte de espejo a la distancia. Pero ningún espejo es exacto. Los espejos nos reflejan siempre al revés.
Este año no he hablado con mi familia, sobre todo con mi mamá. Y me siento tranquila. Es tan difícil tener mi espacio. Hay días que pienso que la muerte no es para tanto, y que ojalá tenga una muerte rápida y segura.
Soñé con un estudiante de casi cien años que quería alcanzar a terminar su carrera antes de los cien, porque pensaba que probablemente a los cien moriría. Como esa tía de Oliver Sacks que cumplió cien años un 18 de junio, que también es mi cumpleaños, y me hizo preguntarme si yo llegaré a los cien.