(44/52) Mis gatos y mis libros

Abril Castillo
3 min readDec 19, 2018

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Cuando pienso en irme de viaje o a otra ciudad lo que más me preocupa son mis gatos y mis libros.

Hace un año intenté entrar a la maestría en escritura creativa en la Universidad de Iowa y me quedé a dos puntos de lo necesario del TOEFL, justo en el rubro de speaking. Y todo porque tocaba responderle a una computadora en un cuarto tipo callcenter, donde estábamos divididos por cubículos como veinte personas, sin techo de por medio ni muros reales, hablando solos en inglés a una pantalla que tic taqueaba los segundos que me quedaban para opinar acerca de los horarios de la biblioteca en una nueva universidad, con la foto de dos gringos sonrientes en el mostrador de entrega de libros.

Me faltaron cuatro puntos en speaking la primera vez que tomé el examen. Y, como el cadete Tello, asumo mi responsabilidad. Pero también diré que ese examen lo hice el 21 de septiembre de 2017 y por la premura de la fecha, no me dejaron cambiar el día. Habían pasado sólo dos días del temblor. Yo no estaba viviendo esa semana en mi casa. En el examen te obligaban a apagar tu celular y dejarlo adentro de un locker bajo llave. El lugar donde hice el examen estaba en la Juárez y para llegar veías varios edificios maltrechos. Y yo le decía al encargado del examen si en serio no podíamos meter nuestro celular. Que qué pasaba si justo temblaba y el edificio se caía y cómo íbamos a comunicarnos con el exterior ahí atrapados, aunque en realidad pensaba que si el edificio se caía, cómo íbamos a despedirnos por whats de nuestros seres queridos si nuestro celular estaba apagado y bajo llave. Y para qué me quería ir a Iowa, pensaba también mientras accedía paso a paso a entrar incomunicada a hablarle a una computadora. Igual no lo pasé.

Presenté el examen por segunda vez un mes después. Estudié en una app, pero sabía en el fondo que uno de mis principales problemas no es hablar ni conversar en inglés o en español, sino hacerlo frente a una computadora. Me sentía estúpida y consideraba estúpidos también a quienes a mi alrededor hablaban en voz alta, gritaban sus respuestas en inglés. Los consideraba ridículos y a mí también, entonces susurraba apenas mis respuestas, sudaba frío. Y por segunda vez no lo pasé.

Me quedé con un GRE también pobremente resuelto, mis documentos traducidos oficialmente, el miedo reprimido de cuando estás a punto de saltar del trampolín de diez metros y al final no lo haces porque el agua se seca. Me quedé con dos TOEFLs inservibles y unos diezmil pesos menos.

Pensé volverlo a intentar este año. Ir a clases de cómo pasar un TOEFL. Buscar un lugar donde esa entrevista sea con una persona y no en una escenografía de la serie The Office. Pero no lo hice. O no lo he hecho.

¿Será necesario estudiar una maestría en escritura creativa para ser escritora? ¿Me desesperaría de estar estudiando en otro país, con otra gente, sin mis proyectos, mi familia, mi novio, mis libros, mis gatos? ¿O será justo lo que necesito: descolocarme de todo?

Llegué a la conclusión de que si podía llevarme a mis gatos lo haría. Pero no he tenido tiempo de investigar. Y ya no me iría a Iowa. No creo. Odio los trámites. Me parece igual de absurdo que hablarle a una computadora, gastar tanto tiempo en trámites que bien podría estar usando leyendo o escribiendo o acariciando a Parvana y Aparicio. Pero también pienso que todo ese tiempo invertido al principio, podría ser gastado después en esa paz de estar lejos. No irme a Iowa sino a alguna otra maestría en lo mismo, como la que hay en El Paso, donde ni siquiera te piden GRE ni TOEFL. Donde te piden justamente escribir por qué irte y cartas de alguien que crea en ti. Sólo que eso suena a los hombres grises de Momo y capaz nunca recupero ese tiempo perdido.

Además es diciembre y estoy agotada. Mejor por el momento no pensar. Mañana me voy a la playa una semana. Sin gatos ni libros.

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Abril Castillo

miope e hipermétrope al mismo tiempo pero en ojos distintos