(48/52) yogurt, manzana y quesito Babybel

Abril Castillo
3 min readJan 3, 2025

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De camino al trabajo tomo Pitágoras todo derecho hasta concepcion y de ahí media cuadra de Cuauhtémoc para el metro. A veces voy en silencio por dentro y por fuera. Otras mando mensajes o los recibo, los escucho. En ocasiones escribo mientras camino. Llegando desayuno en el cuarto piso de Mitikah: un yogurt bebible, una manzana y a veces un mini queso. El ticher me los compra cada semana en el súper.

Intenté leer libros pero el trayecto era tan corto que no me daba tiempo de entrar en la lectura. Los lunes que descanso me quedo todo el día en el sillón leyendo. También me dieron libre el primero. Y el veinticinco.

Ya es 2025.

Pase el Año Nuevo dormida porque estaba muy cansada.

He estado evitando ir a hacerme los estudios de cada año o más bien no he tenido tiempo. Hoy me desperté antes que de costumbre y pensé en ir, pero me di cuenta de que tendría que ir con mucha prisa y esa caminata hacia allá es hasta agradable, muy temprano por la mañana en el frío de enero. Decidí ir en la semana que termine las prácticas y antes de entrar a clases. Incluso estando en clases volveré a tener la mañana libre.

Quisiera tomar menos pero no puedo. No tomo tanto pero sí diario, una copa de vino antes de dormir y con la cena. A veces dos. Pienso que es porque tengo mucho miedo, siempre, desde niña. El vino lo apacigua y me deja en calma. Llevo años automedicándomelo. De niña dejaba prendida la luz del pasillo y tiempo después mi abuela me regaló una pequeña luz que conectaba a la corriente, pero no era lo mismo, era como un objeto transicional impuesto. A los 25 que me fui a vivir sola a un departamento me di cuenta de que ya no me daba miedo la oscuridad.

He dejado de publicar cosas en redes y no se bien por qué. De quien me escondo. O sí se exactamente de quién me escondo y me da culpa y me imagino la gente huérfana de mi edad diciendo que no se que es no tener mamá y que cuando me falte me voy a arrepentir de tratarla así y de pelearme y de pedirle distancia. Y luego pienso o le contesto a esa voz regañona de mi cabeza que extrañar a alguien a veces también es extrañar esas peleas. Que alguien se muere y olvidas el tornasol de su personalidad y de la manera como te relacionabas con ella. A veces intento recordar con gran detalle que me desesperaba de mi abuela Paz y de mi tío Tolín y de mi tita.

Soñé que un productor me contrataba de mesera en las cenas de su casa y luego me ofrecía ser escritora. Y yo no quería: no me gustan los guiones, le decía; en realidad yo quiero cocinar. Me relajaba la idea de tener más dinero y me imaginaba la manera en que podría todos los días hacer un trabajo que no quiero hacer para poder vivir haciendo lo que sí quiero. Pero de donde iba a sacar tiempo.

De donde voy a sacar tiempo y dinero para tal transición.

De chica viví una transición parecida. Siempre dije que quería ser arquitecta porque mi papá lo es y supongo que me lo inculcaba. Toda su familia de ingenieros y arquitectos también. Pero lo que yo realmente más quería ser era maestra, profesora de primaria. Así que en algún momento que se lo conté un recreo a mi maestra Eugenia en la primaria, me dijo que por qué no era las dos. En el pizarron puse: arquitecta y aparte maestra y como hijo escribí abajo: maestra de arquitectura.

No fui nada de eso al final o lo fui en lo que duro mi infancia. Luego estuve perdida varios años. Ni se realmente que pensaba al estudiar letras. Creo que era porque quería escribir. También quería pintar pero sabía que había perdido el toque.

En medio era el cigarro lo que me aliviaba y escribir toda la noche.

Como en ese miedo que se va transformando, si de niña que pintaba la luz me calmaba, de cuarentona que cocina el vino me quita el miedo. Una va a donde se siente mas en paz. O algo así.

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Abril Castillo
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Written by Abril Castillo

miope e hipermétrope al mismo tiempo pero en ojos distintos

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