(49/52) Intercambios
Saqué todos los zapatos que tengo en mi clóset. No era mi intención ponerme a tirar cosas. Quería despertarme, bañarme, hacer mi cama y desayunar. Ver la nueva película interactiva de Black Mirror que no se ve en mi tele. Verla en mi computadora mientras desayuno aún no sé qué. Antes poner a lavar la ropa, despejar un poco el piso ahí donde hay libros por todas partes. Despejar el diván que es sillón que también está lleno de papeles y tesoros perdidos enterrados desde quién sabe cuánto cada vez. Despejar la mesa del comedor que tiene también libros, los más nuevos. Poner los libros en libreros, en esos estantes que ya no alcanzo de tan altos. Despejar el piso de mi estudio. También de libros. Tantos libros. Para qué. Sólo iba a colgar un vestido que me llevé de viaje a la playa y me pareció inadmisible el estado del clóset. El piso lleno de croquetas, con dos bolsas llenas, y zapatos revueltos unos con otros sin par ni juicio. De golpe saqué todo: croquetas, ventilador, zapatos. Aspiré el piso de madera. Los gatos se metieron a reconocer ese nuevo lugar que no es nuevo pero está siempre clausurado. Despejar el clóset para que tenga sentido lo que contiene. Aspirarlo. Catalogar ese contenido que ahora está por todo el piso de mi cuarto. Zapatos en el piso tiene más sentido que libros. Los que uso. Los que creo que aún voy a usar. Los que me regalaron y no sé si use pero salieron caros, intentaré usarlos. Los que compré para una boda. Los que compré para otra boda. Los que compré para otra boda. Todos de tacón. Nunca los volveré a usar. Las botas que tanto usé y no hay manera de rescatar: basura. Converse viejos que a veces uso porque los extraño y los uso aunque lastiman: basura. Botas de lluvia amarillas que de tanto sudor un día en un avión de Bogotá no me podía quitar y me quemaban los pies: regalar. Botas de lluvia de rayas que usé por última vez un día para destapar mi balcón: ¿regalar? ¿Pero y si se vuelve a tapar el balcón en época de lluvia? Me asomo y ya no existe ese balcón que se tapaba, el nuevo, sin bordes de concreto es imposible que se tape. Regalar. Tres tennis de este año: unos para correr, dos pares de converse que no me quedaron y Santiago fue a cambiar unos porque en el último intercambio que tuve me dolieron tanto los pies que Jenny me tuvo que prestar unas botas-pantuflas, y luego unos crocs y de plano tuve que tomar un uber a mi casa para cambiarme porque la falda que traía también me estaba apretando, asfixiando. Y regresé sin elegancia alguna, siendo yo otra vez, con pantalones y unos tennis un poco rotos. Ésos son del año pasado. Quedan pocos días en que podamos referirnos a 2017 como el año pasado. Y en ese año me los compré. A principios. Cuando además de nadar, volví a correr. Para eso es el piso y los zapatos. En el intercambio recibí una moledora de café con la que me voy a preparar hoy el de mi desayuno. Tan pronto termine con el asunto de los zapatos y haga rápido lo de los libros. Y cierre el clóset. Y dé por terminado ese problema. Por hoy.