(50/52) Spoiler Alert: True Detective
En True Detective, temporada uno, Rust Cohle y Martin Hart investigan una serie de asesinatos, secuestros y rituales satanicos en Louisiana. Están siendo entrevistados en el futuro sobre ese caso abierto en 1994. Martin, interpretado por Woody Harrelson, dice: En la vida, no eliges a tu familia ni a tu compañero, antes de empezar a contar la historia de cómo él y Cohle estuvieron por más de veinte años intentando resolver el misterio del asesino. Que al parecer por cierto, involucraba a toda una familia.
El día que desayuné con Eloísa hablamos mucho sobre Historia, o más bien ella me explicaba cosas y yo la escuchaba, atenta y sedienta como antes cuando me explicaba cosas de arquitectura. Este viernes me explicó de las dos cosas y pude comprobar lo que dice siempre Idalia, mi reina historiadora de cabecera: cada quien encuentra un motor de la historia distinto. Para Elo es el urbanismo, la creación de las ciudades. Me explicó cómo fue creciendo la Ciudad de México y además recordé que su tesis de maestría en urbanismo trata de lo mismo; me pidió hacerle la portada y era un corazón todo vinculado por pequeñas casitas y calles como venas. Ahora su visión era casi más desde la economía, le dije, pues usaba la historia para explicar los fenómenos y clases sociales, el modo de vivienda, el dinero que pasó de manos de la iglesia al estado.
Odio la economía, me dijo. Son unos especuladores que solo creen que pueden predecir el futuro. Pero no pueden: cuando se equivocan se disculpan de antemano, y si le atinan se llevan el crédito. A mí lo que me interesa es el pasado: es más palpable. Es lo que es.
Entre más te alejas de un momento, puedes verlo con más claridad. El futuro son partículas de nieve.
Hablamos de nuestro viejo estudio y más bien por primera vez la escuché. Recuerdo que antes no podía escucharla sino solo hablar, me dolía demasiado todo. Salí huyendo de ahí.
Eloísa y yo éramos muy amigas. Nos conocimos por Amanda pero desde el día uno fue como conocernos desde siempre. Cualquier proyecto o aventura que otra dijera, todas íbamos a bordo. Un tiempo fuimos juntas cada domingo a yoga, también iban su hermana y su mamá. Estábamos en la clase de intermedios en el Centro Budista de Coyoacán (yo era principiante pero Elo me ayudaba ahí en corto a hacer las cosas bien), y de ahí nos íbamos a desayunar.
A las dos nos encanta comer y sobre todo el desayuno. Creo que por eso fue natural decirle si quería ayudarme a hacer galletas y terminar hablando de volvernos a asociar. Quizá antes cuando cerró el Cuarto no había tanto proyecto en común, no lo sé. Solo se que estoy contenta, muy contenta con este reencuentro, como si al fin me hubieran quitado una espina muy dolorosa o haberme tragado la cáscara filosa de una palomita. En Mi primer beso, Vada siempre dice que siente un hueso atorado en la garganta; así se sienten algunos dolores.
Anoche recibí un mensaje de una amiga con quien no me hablaba desde hace exactamente dos años. Lo recuerdo porque recuerdo su videollamada en navidad. Fueron un par de mensajes breves, pero le respondí al primer rebote. Pasé un rato de la noche pensando qué decir cuando nos veamos el otro año, intentar quedarme callada pero saber que no podré porque eso que pasó aún me duele. Y quizá es que es demasiado confuso todavía. Habría que poner cosa a cosa en la mesa con calma, y el dolor duele mucho y hace correr y cerrar los ojos y no pensar.
Diría: cuidado con tal o cual persona que me he peleado, pero nunca he hecho eso. El verdadero misterio en cada ruptura he sido yo. No con ella, con la otra. Confío en la ruptura pero el caso a resolver es cómo llegué yo a eso, por qué fui caminando a voluntad a ese lugar cada vez más adentro de algo que me iba anulando más y más. El acto generoso y final no fue hacia ella, hacia la otra, sino por primera vez hacia mí misma. Creo. O simplemente soy pendeja jajaja.
No, no soy pendeja. Mandarle su manuscrito listo apagó algo en mí. Algo que me quemaba. La construcción de esa novela que no escribí yo pero que sí estructure. Las historias no son nada sin una estrategia narrativa. Un manuscrito se vuelve libro cuando pasa por las manos de un editor, y pocos escritores reconocen entre las sombras que son su casa a ese fantasma.
En True Detective, durante los años que abarca la serie, pasa de todo. Martin engaña constantemente a su esposa, ella lo deja y él siempre regresa forzándose en la casa. Él vuelve a engañarla y ella está harta. Así que decide acostarse con Rust Cohle, piensa que es la única forma en que Martin no volverá. Pero también arruina la amistad entre ellos. Se madrean, se mientan la madre, Rusty renuncia y los detectives no vuelven a verse en veinte años. Hasta que Rusty, que jamás dejó de investigar (y es que siguió habiendo casos de secuestros de niños), e impulsado por la necesidad de ayuda y buen equipo de trabajo que siempre fueron, busca a Martín y sí, resuelven juntos (y casi mueren juntos) el misterio.
Un verdadero detective espera y es paciente y nunca suelta hasta resolver cualquier crimen o misterio, y en el camino, hasta logran recuperar su amistad.