(51/52) rosca de reyes
Me levanté feliz porque mis estudios después de tanta angustia salieron bien. O no salieron tan mal como creía. Ninguna flecha arriba de alarma, solo un poco limítrofe el colesterol pero por escasos cinco puntos. Santiago accedió a acompañarme y también se hizo un chequeo. Salió alto en triglis y ácido úrico. Se lo tomó con calma y hasta con risa: Ya hay que comer bien, bueno, nomas que nos acabemos la rosca.
Anoche no dormí tan bien. Me desperté a las dos y cacho y mi mente le daba vueltas a miles de pendientes e ideas dolorosas. Dormité el resto de la noche, como si no quisiera en algún nivel de consciencia quedarme totalmente dormida.
Los lunes son mi día de descanso. Ayer leí por la tarde Psicoanálisis de los cuentos de hadas, su bella introducción donde habla de la importancia de las historias para encontrar el sentido de la vida desde la infancia (pero siempre) y como estos personajes típicos y la yuxtaposición constante del bien y del mal nos hace identificarnos con el héroe para seguir ciertos caminos por identificación, no tanto por la moralidad de sus actos. Todos somos buenos y malos. Una persona es todo a la vez. El niño logra así empatizar con monstruo que lo habita y va estructurando su sentir hacia el mundo con conflictos y ratos buenos. Bettelheim dice algo así como que la angustia comienza a ceder cuando en la infancia y en la vida adulta aprendemos a amar, en ese amor el miedo a la muerte y la separación se disipan y aunque el fin de la vida llegara, disfrutamos de estar vivos.
Saliendo de hacernos los estudios fuimos a desayunar a sanborns, a comprar papel para la impresora, caminamos por la colonia, compramos jitomates y plátanos.
Esta es mi última semana de prácticas y pienso en lo liberador que será terminar pero también en cómo lo más probable es que no vuelva a verlas, a todas mis compañeras.
Siento que el Año Nuevo empezará hasta después de eso. Aún no cambio los calendarios de pared.