(52/52) jugo verde
Cada tanto planto nuevas semillas. En el balcón de la casa empecé el año pasado con algunas macetas. Compré en los Viveros un cebollín, una albahaca romana y una mata de jitomate, un tomillo. El jitomate no duró ni dos semanas, ya me lo habían dado medio muerto se me hace. La albahaca contra todo pronóstico ahí sigue, no tan frondosa, pero viva. Hace una semana tomé sus flores y las planté en otras macetas con tierra. También hace un año había comprado una hierbabuena y esa se me murió a mediados de año, y en algún momento traje una fresa que duró un tiempo hasta que salimos de viaje y al volver nunca logré remontarla.
Ante las plantas compradas ya grandes que se iban malogrando, empecé a plantar semillas. Unas que me dio el ticher de arúgula y otras hierbas. Y luego a poner en macetas raíces germinadas del cilantro y lechuga del súper. Se lograron.
En octubre que fui a Oaxaca, me guardé las semillas de una variedad de jitomates que me dieron en una ensalada y ya tengo entre 4 y 6 matas bebés que se ven bastante firmes, sólidas.
Mi amiga Pilla me dijo que cuando a la albahaca le salen flores hay que cortarlas porque si no se muere irremediablemente. Pero creo que todo se muere irremediablemente igual, y empecé a disfrutar ver el balcón lleno de abejas en esas flores cuando salía a regar las plantas, así que casi todas se las dejé.
La semana pasada que le corté algunas flores más, vi que quizá por el invierno o por eso de la muerte irremediable, que la albahaca ya se ve más viejita, y fue que decidí que su mata de flores la plantaría en un par de macetas vacías, con la esperanza de que le nazca una hija más.
Lo último que planté fue un corazón de pimiento naranja, en la maceta que alguna vez fue de las fresas. Apenas fue hace dos días así que no espero que aún brote nada, pero cuando al fin empiezan a brotar las cosas es tan emocionante. Hoy a una de las matas de jitomate le noté una flor morada. Hay otras plantas que ni sé qué son ni de dónde surgieron, quizá son trigo o solo yerbas silvestres.
Cuando salgo al balcón es casi siempre temprano por la mañana. Me siento como una vieja chismosa mirando hacia afuera. Veo a los papás con niños pequeños correr hacia las escuelas y luego a sus trabajos, bicis por su carril o fuera o en sentido contrario, coches no dejando pasar a otros coches, escucho los cláxones, huelo las tortillas que empiezan a hacerse en la tortillería de abajo.
Ayer en las prácticas, Rosita tomó todas las sobras que le cortamos a las verduras y las fue poniendo en una licuadora. La cáscara del pepino, los rabos del cilantro, las hojas pachichas de la albahaca. Le añadió agua, limón y azúcar y nos hizo a todas un jugo verde. A la gerente no le gustó que hiciera eso porque dice que es un poco como robar, que no tenemos derecho a usar esos insumos. O creo que solo le dijo: eso no lo puedes hacer, atente a los lineamientos.
Todas sabemos que esos insumos se iban a ir a la basura. Yo me tomé el jugo y abracé a Rosita para que no llorara y le dije que no es ingratitud de la gerente, sino miedo. También le dije que me pasara la receta y dijo que no había receta, que era todo lo verde que encontró.
Rosita también prepara cada mañana un té de jengibre para todas. No quiero que se me olviden esos detalles de cada día que pasé en esa cocina este mes. Siento que solo hasta que termine mi tiempo ahí, terminará también el año.